Por León Trathemberg
Cuando decimos que en la enseñanza escolar hay que respetar los intereses y motivaciones expresados por los niños, hay quienes objetan diciendo que los niños no pueden saber lo que es bueno para ellos, ni conocer los requisitos que deben cumplir para favorecer aprendizajes ulteriores. Por eso los profesores deben imponer los temas aunque a los niños no les guste o no entiendan su utilidad. Algo así como que no se puede enseñar mirando las preferencias de los niños porque sus gustos no necesariamente coinciden con lo que necesitan aprender para resolver sus problemas y prepararse para el futuro.
Parecen suponer que hay contradicción entre la enseñanza en la que el maestro decide de antemano los temas a desarrollar en clase sin considerar lo que el alumno trae como pregunta o preocupación, aferrándose rígidamente a un currículo prefabricado, y encontrar la manera de presentar los temas de clase demandados por el currículo de modo que éstos se conecten con las motivaciones existentes de los alumnos, animándolos a involucrarse y aprender.
El reto del buen maestro no es el de desarrollar un programa tal cual viene dado en un libro o guía de trabajo, sino el de diseñar las actividades o provocaciones en la que estén presentes los ítems por aprender en el grado pero de tal manera que el alumno los sienta accesibles, interesantes, relevantes y por lo tanto, que tenga interés en hacerlos suyos disfrutando del proceso de aprendizaje.
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