Por Javier Alejandro Ramos
Las redes sociales se han convertido de un tiempo a esta parte, por su inmediatez y debido a que cualquier ciudadano puede publicar sin pasar por el filtro de quienes dominan los medios de comunicación, en una herramienta de denuncia y de control de nuestros servidores públicos, y en muchos casos contribuyen al periodismo con la obtención de documentos y pruebas gráficas que sustenten una investigación.
Es obvio, sin embargo, que es función de los periodistas corroborar los hechos, cruzar información, indagar más detalles, antes de publicar en los medios un tema que podría difamar, calumniar a personas. El irrestricto respeto a la intimidad, consagrado en la Constitución, y la presunción de inocencia, establecida en el Código Penal, deben estar siempre presentes antes que el entusiasmo por la primicia gane, y se pueda afectar honras u ocasionar perjuicios económicos por una mala imagen.
Dejando a salvo estas consideraciones, es innegable el enorme poder que una cuenta de Facebook o Twitter tiene, unida a la herramienta tecnológica que son los teléfonos móviles que toman fotos y graban videos, que pueden ser subidos a internet en cuestión de segundos.
Una joven premunida de su celular tomó unas fotos de un hombre que golpeaba a un niño y lo subía al auto sangrando. Las redes sociales se hicieron eco de inmediato de la agresión, y como resultado, el sujeto fue detenido y espera ahora sentencia.
Algo similar ocurrió cuando un periodista encontró una cucaracha en la pizza delivery que pidió. El escándalo fue tal, debido a la terquedad de la cadena en admitir su falla y dar satisfacciones al cliente, que vino una orden de la oficina principal, en el exterior, ordenando cerrar todas las tiendas en nuestro país, mientras se evaluaba las condiciones sanitarias en que operaban, además de, seguramente, cambiar de voceros ante los clientes.
Este hecho, más el que gracias a convocatorias digitales se haya logrado la derogatoria de una ley, y se esté promoviendo una toma de conciencia respecto de los contenidos en los programas de televisión emitidos en horario familiar, no puede considerarse anecdótico, sino más bien histórico.
Bien conducido, actuando con responsabilidad, objetividad, evitando la calumnia y en la medida de lo posible respaldando los argumentos con pruebas irrefutables, el uso de las herramientas virtuales llamadas redes sociales, pueden revolucionar aún más al periodismo, integrándolo con una efectiva participación ciudadana.
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