Por Pilar Marín Bravo
Cuando una persona adulta pasa la barrera de los 60 años, por lo general se incurre en el prejuicio de asociarla a un sector improductivo de la población, que genera gastos al Estado o que puede comenzar a representar una carga para la familia.
Sin embargo, en tiempos como los actuales, en los que el envejecimiento de la población mundial plantea mayores desafíos a los países para asegurar su protección, la realidad del adulto mayor nos muestra el potencial que, por el contrario, se puede aprovechar de las personas de la tercera edad.
En el Perú existen cerca de 3 millones de personas mayores de 60 años, según cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística e Informática, y alrededor de un 40% de hogares peruanos cuenta con al menos una persona de 60 años a más entre sus miembros.
En el mundo, la tendencia a un crecimiento de la población adulta mayor va de la mano de una reducción de la tasa de fertilidad en los últimos 60 años. No en vano, según la ONU, a mediados de este siglo se habrá duplicado la población mundial mayor de 65 años, lo cual significará que superará, por primera vez a la cifra de los niños menores de 5 años.
Más allá de la necesidad de la sostenibilidad económica y prestación de servicios de salud adecuados para velar por una vejez digna, las personas de la tercera edad requieren de una nueva oportunidad para vivir a plenitud esta etapa de su vida, desarrollar otras facetas de manera productiva y aportar con su experiencia.
Al respecto, hay experiencias en otros países –principalmente en Europa– que muestran de qué manera los adultos mayores sacan ventaja a su nueva condición. Programas, servicios y nuevas oportunidades laborales les ofrecen espacios para desenvolverse, seguir generando sus recursos, explorar nuevas habilidades y sentirse útiles a la sociedad y a sí mismos.
En el país, programas como Pensión 65 representan una esperanza de ayuda para adultos mayores sin mayores posibilidades económicas. Los municipios locales, por su parte, incluyen entre sus programas disciplinas deportivas dirigidas a las personas de la tercera edad, mientras que instituciones diversas consideran a personas mayores de 60 años en experiencias de voluntariado, educativas o culturales.
Aún hace falta desarrollar más mecanismos de apoyo, espacios y oportunidades que tomen en cuenta el valor con el que puede aportar este segmento de la población. No solo se trata de crear oportunidades económicas para ellos, sino abrir nichos de experiencias enriquecedoras para que las puedan volcar en beneficio de los demás, contribuyendo a que su vida en esta etapa sea más satisfactoria.
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