Por León Trhatemberg
Con frecuencia escucho a padres y profesores preguntar ¿por qué esta generación de niños necesitan que seamos más complacientes e indulgentes?. En “nuestros tiempos” (nuestra infancia) no habían tantas contemplaciones ni en la casa ni en el colegio. No había tanta consideración a los niños ni siquiera con aquellos con problemas de aprendizaje, hiperactividad. No había tanta terapia… etc.
Pienso que estas expresiones contienen una mezcla de sublimación, memoria selectiva y descontextualización de la realidad. Me refiero a que se exagera la inexistencia de problemas en el pasado por la represión producto de una educación autoritaria. Por otro lado, estamos olvidando que los escolares de la generación anterior procedían mayoritariamente de hogares en el que el núcleo conformado por papá, mamá e hijos responsable del sentido de seguridad y protección del niño era más sólido y estable en el tiempo, a diferencia de los debilitados núcleos familiares de hoy que son más frágiles y volubles.
Hoy en día quedan en minoría esas familiares estables porque en la mayoría se producen recomposiciones familiares que lógicamente afectan la seguridad, solidez emocional y auto estima de los niños. Parejas que se separan, nuevas parejas con el papá y/o mamá originales, aparecen de la noche a la mañana nuevos hermanos, tíos, abuelos, lo que diluye la cuota de atención y afecto que los padres originales pueden dispensar a sus hijos naturales. Toda fractura familiar produce una lesión emocional. Toda recomposición familiar demanda una recomposición de la vida afectiva de los hijos que ven afectada su vida emocional de la que no siempre los padres o maestros son conscientes ni se hacen cargo. Sumemos a eso un contexto en la que la vorágine e inestabilidad laboral y económica introducen tensiones a la vida familiar, reducen el tiempo para la comunicación efectiva, etc. y encontraremos suficientes razones para entender que la juventud de hoy no es equiparable a la de la generación anterior.
Siendo así, lo que se denomina complacencia en realidad es un intento por reconocer que su vida emocional y autoestima tienden a ser más frágiles y débiles en estos tiempos y se requiere apuntalarlos para lograr que se sientan fuertes, motivados y optimistas para encarar los retos de la vida escolar, familiar y social.
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