Las ciudades son como las personas, organismos vivientes que necesitan del verde y el oxígeno para seguir existiendo. El desarrollo, cuando no se enfoca de una manera adecuada, trae consigo elementos nocivos para las urbes y sus habitantes, como la contaminación ambiental, la reducción de áreas verdes y la ausencia de espacios para el esparcimiento, la cultura y la actividad física.
Por ello, surge en el mundo todo un movimiento y una nueva concepción del uso de los espacios públicos que busca humanizar las calles, avenidas, parques y otras áreas q
ue se vienen perdiendo por la presión inmobiliaria y el incremento del parque automotor.
Contra lo que pueda pensarse, este movimiento para humanizar las ciudades y sus espacios no se opone al desarrollo urbano y el crecimiento de las urbes.
Por el contrario, está a favor de ellas, pero con una sencilla diferencia: no asfixiarla con fierro, concreto, autos y otros contaminantes en nombre del progreso.
El arquitecto y profesor danés Jan Gehl es quizá uno de los mayores impulsores de este movimiento a nivel académico y gracias a su libro La humanización del espacio urbano, publicado en 2006, muchas autoridades en el mundo han empezado a tomar en cuenta sus aportes.
En su obra, Gehl analiza, por ejemplo, por qué el uso del automóvil deteriora la calidad urbana, por qué los edificios residenciales altos son inconvenientes, qué hace que una calle sea atractiva para caminar, por qué en una ciudad sana los espacios públicos –y no los centros comerciales como viene ocurriendo– son el lugar de encuentro, entre otros tópicos.
El caso de Buenos Aires, la capital argentina, es emblemático en este movimiento que ha empezado a recorrer el mundo para darle respiro a las ciudades.
Se trata de iniciativas del gobierno local que vienen ejecutándose para recuperar espacios públicos que estaban en situación de abandono, como laderas de ríos, playas, terrenos municipales en desuso y hasta barrios enteros que carecían de espacios para el disfrute de la gente.
También se ha realizado una agresiva política para convertir estrechas calles llenas de autos, inseguras, sucias y ruidosas, en paseos peatonales rodeados de vegetación y centros de esparcimiento y cultura, mientras que en las grandes avenidas se ha priorizado la construcción de ciclovías como alternativa de transporte.
Se les llama también corredores ambientales y espacios de vida, y es una tendencia mundial en desarrollo urbano de la que Lima no puede quedar al margen.
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