Por León Trahtemberg
La admiración y envidia que producen los resultados educativos de Finlandia no solamente han animado a mucha gente a interesarse en lo que hicieron y hacen, sino que hay quienes sugieren copiar el modelo finlandés para asegurar que se siga el camino educativo correcto para nuestro país. Creo que es importante diferenciar lo que significa apreciar lo que hacen países como Finlandia en su educación, -porque eso estimula nuestra capacidad de pensar en opciones nuevas para nuestra educación-, de lo que significaría intentar copiar el modelo, -lo que sería una ruta ineludible al fracaso-.
Así como un niño se desarrolla como resultado de la interacción entre su persona (carga genética) y el medio ambiente, lo mismo ocurre con los países. Tienen un ADN con tradiciones, valores y formas de vida nacionales heredadas de generaciones atrás que interactúa con su medio ambiente y produce opciones particulares de vida (o de educación en este caso). Eso mismo es lo que debe ocurrir en el Perú.
Nuestro reto está en tener el coraje para reinventar nuestra educación, con similar fuerza y convicción con la que lo hicieron Finlandia, Australia, Nueva Zelanda, Canadá, Dinamarca y los asiáticos. Partiendo de una mirada crítica hacia adentro y observando detenidamente a los otros, crear esa visión y proyecto educativo que nos permita dar el salto hacia la satisfacción educativa. De eso, más allá de algunos esfuerzos privados, aún estamos muy lejos. Es el reto pendiente de la década.
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