Por Richar Centeno Torres
Se conoce como industria cultural o economía “naranja” a aquella que agrupa el segmento económico de bienes y servicios creativos, como el cine, el teatro, la música, los libros, la moda, el diseño, las artes y las artesanías, así como los medios impresos y audiovisuales.
Es una industria sin chimeneas muy importante, ya que en la década pasada duplicó su movimiento comercial, alcanzando la cifra anual de 624,000 millones de dólares en todo el mundo, según datos de las Naciones Unidas.
En los países en desarrollo esta industria ha crecido notoriamente en los últimos años y se ha convertido al mismo tiempo en una fuente importante de empleo. El Perú no es ajeno a este movimiento económico, aunque todavía está lejos de alcanzar lo avanzado por países vecinos como Argentina, Brasil o Colombia.
De acuerdo con el Centro Nacional de Planeamiento Estratégico (Ceplan), el movimiento económico de la industria cultural en el país es de alrededor de 4,700 millones de dólares anuales, cerca de 2.7% del producto bruto interno, y genera más de 600,000 puestos de trabajo.
Sin duda, uno de los problemas que afectan a la industria cultural en el Perú –y en toda la región– es la piratería. Sin embargo, esto no ha impedido el desarrollo de una nueva clase de consumidores que están dispuestos a pagar por productos originales (libros, discos, etcétera) y demandan producciones de calidad en conciertos, teatros y cines, por citar algunos ejemplos.
Otro factor que impide el despegue de este segmento económico es la falta de incentivos, a excepción del cine nacional, que recibe fondos por unos 7 millones de nuevos soles para las producciones locales y algunos concursos y premios en otras actividades culturales. Esto es algo que debe expandirse y consolidar como política de Estado hacia otros sectores de la industria cultural, como la editorial, que tiene pendiente la aprobación de una ley que exonere de impuestos la importación de libros.
Además, para consolidar esta industria en el país debe identificarse a los principales actores del sector y capacitarlos e integrarlos al mercado nacional e internacional, vinculando a los creativos con los empresarios y consumidores. Este rol le compete, sin duda, al Estado y también a la empresa privada.
Lo importante de este sector económico es que, además de generar empleo y recursos para el país, promueve la innovación tecnológica y productos con valor agregado, muy diferente de las industrias extractivas que caracterizan a las economías de nuestros países, con todas las consecuencias ecológicas y sociales que implican.
0 comentarios:
Publicar un comentario