jueves, 17 de diciembre de 2009

La paz interior

Para lograrlo se requiere de acciones ejemplares

Por: César Acuña Peralta

La paz parece ser inalcanzable, pero es un anhelo de la humanidad. Es uno de los más grandes valores que encierra el corazón del ser humano, por lo que podemos decir que sólo un miserable o un desadaptado estaría en contra de ella. Para que la paz pueda ser abrazada por la humanidad se necesitan al menos de: 1. Justicia social, 2. Tolerancia y 3. Desterrar la corrupción.
El Perú es un país de grandes virtudes y su gente es reconocida en todo el mundo por su hospitalidad y alegría de vivir. Pero como en casi todos los países del mundo, no hemos conseguido alcanzar las condiciones para lograr una paz interior, ni esa paz interna que nos permitirá a todos abrazarnos como hermanos y lograr el desarrollo sostenible de nuestra nación.
La situación es sumamente preocupante; pues ya sea por conflictos sociales o por el accionar delictivo, la percepción de inseguridad es alarmante. Esto ha generado una trastocación de valores, pues casi la mitad de la población está a favor de la actividad de escuadrones de la muerte para acabar con la delincuencia.
Los conflictos sociales, por su lado, tienen su origen en la exclusión social que afecta a un gran número de peruanos y que no les permite gozar de los mismos derechos – consagrados por la Declaración Universal de los Derechos Humanos – ni de las ventajas o comodidades del desarrollo económico. Sus consecuencias son el desencuentro y el resentimiento que impiden la armonía en las relaciones entre los peruanos y profundizan brechas como el racismo, así como otras formas de intolerancia.
Uno de los males endémicos que aqueja a nuestra sociedad es el de la corrupción. Esta genera violencia, pues tanto el corrompido como el corruptor, recurrirán a ella, al ver que sus mezquinos objetivos peligran. Corruptos, por desgracia, hay en todos lados, pues no solo es el funcionario público que recibe un soborno. La corrupción se encuentra en todos los sectores sociales, que predican ciertos valores, pero que en su accionar los traicionan casi a diario.
No se puede obligar a nadie a optar por la paz o condicionarlo para que la acepte, ya que esto iría en contra de uno de sus principales valores. Esta debe ser abrazada de manera voluntaria y comprometida. La mejor prédica a favor de la paz es el ejemplo (así lo demostraron mártires de la causa, como Gandhi o Luther King y ha tenido seguidores que van desde Cristo, hasta los hippies de los ‘70). Entonces la educación para la paz debe estar basada en actividades y actitudes que demuestren que alcanzarla no es imposible y que, si bien, no faltarán problemas en el camino, la marcha por la paz avanza y no se detendrá ante nada; pues al ser el más grande anhelo de la humanidad, también recoge las más fuertes voluntades de individuos y colectividades. La paz interior de cada uno es la paz de todos.

Alcalde Provincial de Trujillo
Presidente de la Asociación de Municipalidades del Perú (AMPE)

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