Por Federica Mogherini
No hay regiones en el mundo tan recíprocamente integradas como América Latina, el Caribe y Europa. El 10 y 11 de junio, los líderes de nuestros dos continentes se reunirán en Bruselas para la segunda Cumbre UE-Celac, casi exactamente 16 años después de nuestra primera reunión en Río de Janeiro. Esta vez, la Cumbre reunirá a 61 estados, lo que representa más de 1000 millones de personas.
Dieciséis años son apenas un instante en la historia, pero ha sido tiempo suficiente para consolidar lo que constituye una de las asociaciones más completas y exitosas de la Unión Europea (UE). De hecho, las dos regiones son socios naturales, no por defecto, sino por intención.
Desde esa primera reunión, en 1999, hemos logrado mucho. Hemos adoptado un plan de acción que ahora tiene ocho capítulos con objetivos concretos en áreas de relevancia para ambas regiones. Hemos establecido diálogos birregionales formales abarcando desde la investigación a la migración y la lucha contra las drogas. Hemos completado acuerdos de asociación que comprenden capítulos de diálogo político, comercio y cooperación, con 26 de los 33 países de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Hemos creado una Fundación UE-ALC, que encarna la relación entre nuestros pueblos dentro de nuestra asociación. Tenemos una base sólida que nos permite mirar hacia el futuro. Ahora nuestro diálogo necesita reforzar las relaciones a nivel formal e institucional mirando hacia adelante.
Cuando los europeos hablamos de las relaciones transatlánticas nos enfocamos generalmente en el Atlántico Norte. Esto no debe ser más el caso en el mundo de hoy, debemos superar esta limitación en el mundo actual, donde los desafíos globales exigen respuestas verdaderamente globales y una red global de asociaciones regionales. Europa, América Latina y el Caribe comparten una herencia cultural basada en siglos de historia común. Y lo que es más, compartimos los mismos valores y visión del mundo. Personalmente, doy la máxima prioridad a nuestra relación birregional: desde que asumí este cargo, hace algunos meses, he visitado la región tres veces, y tengo intención de seguir trabajando esforzadamente por nuestra asociación. Participé en la Cumbre de la Celac en Costa Rica, en la Cumbre de las Américas en Panamá, y estoy constantemente en contacto con la mayoría de los líderes de la región. He viajado por América Latina y el Caribe, y pienso seguir haciéndolo. Permítanme recordar mi reciente viaje a Cuba, el primero de un alto funcionario de la UE, en el que hice patente mi compromiso personal por dar un nuevo impulso a nuestras negociaciones bilaterales.
No es solo la política: nuestra asociación con América Latina y el Caribe ha acercado a nuestros países y está impactando de forma real en la vida de nuestros pueblos. Tomemos el ejemplo de José, un estudiante peruano que está terminando sus estudios de maestría en la Universidad de Lovaina en Bélgica; o de Céline, una estudiante belga que participa de un programa de intercambio en Lima. En los próximos años, a través del programa Erasmus+, la UE financiará más de 6,000 acciones de movilidad y proporcionará 3,500 becas, permitiendo a muchos estudiantes universitarios latinoamericanos estudiar en el extranjero.
La UE es también el principal inversor extranjero directo en toda la región, con más de 505,000 millones de euros. Esto genera empleo, aumenta la productividad y aporta valor añadido. Pero este flujo es cada vez más bidireccional, lo que demuestra la madurez de nuestra asociación. Por ejemplo, hace tres años una empresa de aviación brasileña decidió construir su primera planta de fabricación extranjera en Portugal, creando 600 puestos de trabajo en un sector altamente especializado. Y estos son solo algunos ejemplos reales de cómo nuestra asociación ha mejorado la vida de nuestros pueblos para mejor.
En otros temas, el impacto de nuestra asociación puede ser menos evidente en el corto plazo, pero no menos relevante. El cambio climático, la agenda de desarrollo post-2015 y el problema de las drogas son solo tres ejemplos de los desafíos comunes en donde podemos y debemos converger. Con casi un tercio de los miembros de la ONU, nuestras dos regiones pueden impulsar una verdadera agenda de cambio.
Cuando sentimos que nuestros valores comunes son cuestionados en otras partes del mundo, cuando el radicalismo y el extremismo amenazan a nuestras sociedades abiertas y multiculturales, cuando la guerra aún persigue a muchas personas en el mundo, cuando miles de personas huyen de sus hogares y arriesgan sus vidas en busca de una vida mejor, debemos unir nuestros esfuerzos para superar estos problemas. Los europeos deseamos una cooperación cada vez más estrecha con nuestros socios latinoamericanos y caribeños. Nuestras dos regiones y el mundo han cambiado enormemente en estos últimos 16 años. América Latina y el Caribe han crecido, resuelto conflictos internos, consolidado su gobernabilidad democrática, sacado a millones de la pobreza y apostado por la integración regional. Estamos orgullosos de que nuestra relación ha contribuido a lograr estos cambios positivos. Necesitamos ahora adaptarla a los años que vendrán y a los nuevos tipos de desafíos que tendremos que enfrentar.
Por ello hemos puesto la prosperidad, la cohesión y la sostenibilidad en el centro de la agenda para la Cumbre de este año. Para tener éxito, debemos involucrar a todos los sectores y niveles de nuestras sociedades en nuestro esfuerzo común para ampliar y profundizar la red de relaciones birregionales. Este es nuestro objetivo para la Cumbre UE-Celac de Bruselas y para los próximos cinco años.
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