Hoy hablamos de factores precriminógenos, es decir, situaciones que significan un riesgo al servir de base para la aparición de nuevos criminales.
Por ejemplo, personas que viven la marginación del desarrollo económico y cultural, hundidos en subculturas de violencia e inmoralidad, familias disfuncionales donde los padres no cumplen su labor, descuidan a los hijos y abusan de ellos.
En ciertos casos, esos hijos narraron haber sido castigados físicamente con cadenas, mangueras y palos, mientras que a otros y otras los violan, sufren abandono y desintegración familiar, viven en vecindarios tugurizados y rodeados de gente de mal vivir; además, sus padres u otros familiares tienen ingresos a penales o viven en medio del delito y lo ilegal.
A ello se agrega que no son llevados a la escuela y sus posibilidades de salir de esto son tan precarias como su vivienda.
Si a eso le sumamos posibles predisposiciones biológicas para el comportamiento violento y ciertas psicopatologías, como pueden ser trastornos del desarrollo, cognitivos y afectivos, la combinación resulta mortal. Esto nos lleva a reflexionar si hoy no seríamos delincuentes de haber vivido una situación similar.
De pronto ninguno de nosotros se hubiese construido ni progresaría ahora, y más bien aparecería como un arrestado más o una estadística más para la criminología.
Reconociendo bien las características y las causas de estos fenómenos sociales, morales y psicológicos, es necesario que nuestras autoridades convoquen a especialistas probos e interesados para buscar las formas de solucionar o al menos disminuir el crecimiento de jóvenes y niños que ingresan por la puerta falsa en el escenario de la vida.
No negamos que deba existir un cierto nivel de represión en cuanto a operativos, arrestos y condenas (aunque hay primero que discutir la situación de estos casos de delincuentes tan jóvenes, ya que sería peor detenerlos junto con delincuentes mayores y quizá ya sin posibilidad de cambio), sino, sobre todo, trabajar a nivel de promoción del desarrollo juvenil y un mejor soporte social, así como a nivel de prevención para evitar que este problema se convierta en una epidemia.
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