Desde los primeros resultados, los analistas han venido persiguiendo una lectura de la lógica profunda de estas elecciones. Una tarea complicada, dado que no ha habido una campaña unificada, ni siquiera un interés por estas elecciones como conjunto.
Algo que suele suceder con lo regional-municipal. Algunas hipótesis destacan en el ejercicio.
El análisis más evidente y comprobable es que en el plano nacional los partidos volvieron a perder terreno frente a los movimientos regionales.
Pero como estos movimientos no participan en elecciones generales, la idea no tiene mucho calado. Pero sirve para confirmar que en asuntos locales los ciudadanos prefieren gobernarse solos.
La hipótesis más dramática ha sido que la suma de algunos triunfos de radicales en el interior del país (Gregorio Santos, pero no solo él) es una clarinada de alerta para la economía peruana.
Pero la conflictividad social como erosionadora del impulso inversionista hoy tiene compañía. Por ejemplo en el alza de los costos, la baja de los precios, la morosidad de las gestiones.
Otros análisis se han centrado en la derrota de la izquierda en Lima.
Lo cual es formalmente cierto, pero debe ser yuxtapuesto al sentimiento antipartidos limeños que existe en el interior del país. Sentimiento que no suele llevar un membrete izquierdista, pero que es un evidente primo hermano ideológico, como se pudo constatar en el 2011.
Luego hay quienes no ven ventaja en trazar imágenes de conjunto, y se concentran en los hechos más saltantes: el retorno de Luis Castañeda en Lima, el avance del clan Acuña en la costa norte, el triunfo de algunos candidatos con una trayectoria cuestionable, los estallidos de violencia y negacionismo en decenas de localidades.
¿Es posible leer las cartas del 2016 en estas elecciones? No lo ha sido en el pasado, y estas no son la excepción.
Lo único evidente es que hay un trabajo por hacer en las regiones, y que estas están más cerca del reclamo que del conservadurismo. Con lo cual Lima vuelve a ubicarse como el mayor contrapeso derechista frente al resto del país.
Una conclusión parcial de los resultados es que se abre la posibilidad de un clima de movilizaciones, cuyo epicentro estará en Cajamarca.
Ya han comenzado las convocatorias, por ejemplo la de Tierra y Libertad, para marchas por la excarcelación de Santos, que podrían prender en otros lugares donde hay liderazgos radicales fuertes.
Este panorama de hipótesis sugiere que las elecciones no han producido realidades políticas nuevas, sino agudizado algunas que ya existían. Podrían funcionar, en consecuencia, como una suerte de acelerador de procesos que ya se encontraban en curso. Algunos a la vista, otros medio camuflados.
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