Por Javier Alejandro Ramos
La Academia de Hollywood ha nominado a las candidatas al codiciado premio Oscar, y sorprende gratamente que una cinta argentina, Relatos Salvajes, se encuentre entre ellas. Es la sétima vez que el país del Plata llega con un filme a esa instancia, ya ganó la estatuilla dorada en dos oportunidades, con La historia oficial y El secreto de sus ojos.
Esto nos da motivo para reflexionar sobre el impulso que se debe dar al cine nacional. Si bien la producción de películas durante 2014 ha experimentado un interesante incremento, con 17 estrenos, aún falta mucho para llegar a decir que es una industria en la que la calidad va de la mano con la rentabilidad.
A los 40, Viejos Amigos y Secreto Matusita tuvieron recaudaciones espectaculares, que fueron del millón 600 a los 6 millones de dólares, mientras que otras producciones como El mudo y Gloria del Pacífico no obtuvieron el éxito en crítica y taquilla esperado.
Con todo, es secular ya la falta de interés del público peruano hacia el cine nacional, por el que se siente una especie de prejuicio a priori. Salvo fenómenos de taquilla como Asu mare y Cementerio General (al margen de la excelente campaña de marketing de la primera, y la mediocre puesta en escena de la segunda), o de crítica y premiaciones como Octubre, Contracorriente, El limpiador y, sobre todo, La teta asustada, que logró la única nominación al Oscar para nuestro país, poco se puede hablar de un verdadero cine nacional.
Producir buen cine y lograr venderlo a las masas requiere de estrategias bien pensadas, efectivas.
Se necesita protagonistas carismáticos, un director arriesgado, un tráiler que genere intriga, divertimento, y su pequeña dosis de crítica social, pero –fundamentalmente– apoyo financiero, tanto del sector privado como del Estado.
Gracias a estos elementos, Asu mare se convirtió en la tercera película más vista de todos los tiempos en el Perú. Sus tres millones de espectadores la convierten, además, en la producción nacional más espectada. Si no hubiera piratería, superaría a cualquier superproducción mundial en lo que a taquilla se refiere.
¿Cómo lograr que nuestro cine alcance nivel de primer orden? En primer lugar, haciendo que la gente se interese más por las cintas locales, logrando que la permanencia en cartelera sea mayor. Asimismo, que la inversión sea devuelta y se logre alguna ganancia. Los cines se quedan con el 60% de la recaudación, y es algo injusto.
Por último, el Estado debe promover, con leyes de fomento y en la práctica, la industria del cine local, comprometiendo a la inversión privada en ello, no con fines propagandísticos, sino porque el desarrollo de expresiones culturales masivas debe ser parte de todo plan de buen gobierno.
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