Este cuadro clínico suele ser común. Es una alteración del amor y del vínculo, la que lleva a una absorción por el otro (u otra) al extremo de que lo individual desaparece para ‘fusionarse’ en un ser clonado que pierde autonomía y no quiere avanzar en su independencia.
Suele presentarse en el varón a cualquier edad, pero es más común en la juventud y, sobre todo, en la adolescencia.
Hay enamorados que dejan de estudiar o trabajar cada vez que la enamorada se lo pide porque es incapaz de negarse por miedo a que se enoje.
Tampoco pueden separarse de noche y, en vez de irse cada uno a su casa a las 8:00 p.m., se quedan en la puerta hasta las 11:00 p.m. Una vez que se han ido a sus viviendas, a la medianoche, sigue una larga conversación telefónica hasta pasada la 1:00 a.m.
A veces la imposibilidad es tal que después de las 2:00 a.m. siguen enviándose mensajes por teléfono o Facebook. Así no duermen bien, no pueden estudiar, no les interesa el esfuerzo de sus padres; solo quieren ‘fusionarse’ con la chica. Esto no es amor, es obsesión patológica donde el amante ha perdido su identidad: ahora obedece la orden de la poderosa. Requiere tratamiento.
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