lunes, 10 de mayo de 2010

MADRES

Nos Escribe: Willy Quevedo
willyquevedotamayo@yahoo.com

Siempre he admirado a los ginecólogos. Al facilitar la venida al mundo de nuevos seres, son testigos del momento de felicidad de las madres cuando abrazan a sus hijos por primera vez. Ese instante es único y es una bendición estar allí.
Actualmente, la mayoría de las mamas trabajan fuera de casa. Este hecho les causa un sentimiento de culpa muy grande porque no pueden presenciar el crecimiento de sus vástagos. Sin embargo, el tiempo en que los hijos están pequeños es el mas predecible. Salvo accidentes domésticos, todo transcurre dentro de la normalidad.
Los problemas se presentan cuando los chicos son adolescentes, adquieren conciencia de que son más fuertes y gozan de una relativa independencia. Empiezan a tener nuevas amistades que les hace descubrir diferentes culturas y estilos de vida.
En esta etapa es crucial que las madres vigilen con mayor dedicación a sus descendientes. Es necesario armarse de una gran dosis de paciencia debido a que los jóvenes se transforman y su rebeldía confunde.
Luego viene el momento de elegir la profesión. Las madres se preocupan si su hijo sera capaz de valerse por si mismo.
Después se concentran en encontrar una pareja ideal para su retoño. Les duele la separación, pero es natural que los matrimonios inicien una nueva existencia en su propia casa.
Al final viene la soledad. Los hijos se han ido y aparentemente ya no es indispensable. Este periodo es de sufrimiento porque la soledad viene acompañada de los achaques propios de la vejez. Sin embargo, tratan de seguir optimistas pendientes del desarrollo de la vida de sus cachorros, los aconsejan cuando tienen penas y brindan una valiosa ayuda con el cuidado de los nietos.
En conclusión, el amor de las mamas nunca descansa.

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