Es increíble que un gobierno que enarbola la bandera de la inclusión social quiera reimplantar un servicio militar obligatorio que, como antaño, solo será para los pobres que no puedan pagar S/.1,850 para exonerarse de vestir de soldado raso y del riesgo de ser carne de cañón.
Bien aplicado, el servicio militar puede beneficiar notablemente a los jóvenes que participen en este, a las fuerzas armadas y a la sociedad.
La posibilidad de participar, durante un tiempo limitado, en una entidad jerarquizada, con personas de distintos niveles socioeconómicos, y de diferentes partes del país, constituye una experiencia singular para la formación individual de los jóvenes, como instrumento de integración social, que hará de ellos mejores ciudadanos, con capacidad de conocer y reconocer un país plural cuya riqueza y mayor potencial es su gente.
Esto depende, sin embargo, de varios requisitos que no están presentes, primero, en las condiciones que ofrecen los deplorables cuarteles peruanos y por las condiciones de alimentación o salud. Segundo, que el sistema esté bien diseñado, lo cual no es, lamentablemente, el caso de esta reinstalación, manu militare, el servicio militar obligatorio.
El esquema se sustenta en un sorteo para ocupar las plazas requeridas que no sean cubiertas por voluntarios. En la Marina y en la FAP estas sí se cubren, pero no en el Ejército, en donde se necesitan, cada año, 30 mil muchachos de los cuales serán convocados, por sorteo, unos 20 mil.
Este esquema significa un severo retroceso para los derechos ciudadanos de muchos jóvenes pues obligará a una participación forzosa e inconstitucional por un camino que no es el que han escogido y, peor aún, del cual será posible exonerarse mediante el pago del 50% de una UIT, actualmente S/.1,850.
Es decir, los que tiene plata pagarán para no hacer el servicio militar. Los que no la tengan, irán al cuartel, contra su voluntad, desde donde podrán ser usados para enviarlos, como ya ha ocurrido, sin la preparación debida, a zonas de alto riesgo como la del VRAEM.
Esto impedirá avanzar en el fortalecimiento y la profesionalización de las fuerzas armadas y, además, será interpretado –con toda razón– como un mecanismo de discriminación.
El actual servicio militar obligatorio debe ser corregido por uno que introduzca beneficios ya comprometidos: mejor paga, beneficios educativos, beca 18, etc.
Pero, además, abriendo el sistema a otras formas de servir al país, en muchos otros campos profesionales, porque desde el Ejército no es la única manera de querer a la patria, ¿no es cierto, gran guardián socrático supremo de nuestra república?
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