(Por: Blasco Bazán Vera - blascobv@hotmail.com)
La Oratoria de Víctor Raúl, era innata. Escucharlo era obligado sublimar el espíritu para nos desviarnos de lo que nos iba a decir. La sola invitación a una de sus conferencias públicas, nos hacía acelerar el trabajo para luego barnizarlo con los que íbamos a escuchar. La Oratoria de Haya, no era una simple discurso. Su Oratoria era la expresión de ideas hilvanadas que no sólo euforizaban sentimientos sino que predisponían nuestro espíritu hacia la contemplación.
Las tantas veces que estuvimos a su lado veíamos al Haya de mirada escudriñadora contemplando la masa que lo avivaba. No era el líder que atropellaba para presuroso estar frente al público, sino, el transformado hombre que cadenciosamente se acercaba a él para revisarlo, auscultarlo y de repente, romper sus casi estáticos brazos semejándolos al halcón abriendo anchuroso las alas para capturar su presa.
Haya hizo de su Oratoria una expresión de Cultura y de Comunicación porque comprendió que son dos aspectos de la realidad humana que son inseparables. El hombre culto y mucho mejor si sabe comunicar, transforma a quien lo sigue. Haya tuvo cultura oral y por eso supo hacerse entender. Comprendió que educar es cambiar de más a mejor. Siempre decía: “...no podremos cambiar al Perú, si también no cambiamos nosotros...un aprista libre, justo y culto, es anticipo de prefiguración del Perú de mañana”.
Haya, con su Oratoria, unió a los hombres. Las tantas veces que lo veíamos dialogar, veíamos a un Haya cómodo y plácido ya sea entre discípulos, amigos y hasta adversarios. A más cantidad de oyentes más estímulo para el Maestro. Su voz, unas veces atiplada, otras veces estentórea, culminaba muchas veces con una risa homérica por la fuerza que imponía al soltarla.
Su Oratoria encontraba su alimento cuanto más público tenía frente a él. Haya antes que político fue educador. No había clase pública o privada que no tuviera siempre la presencia de la Historia Antigua. Una noche de Coloquios en la Escuela de Dirigentes que fundara en Lima nos decía que era la plaza pública o el Ágora de la vieja Atenas, donde los ciudadanos se reunían para deliberar en asamblea y votar sus decisiones y eso salvó a Grecia de los ejércitos y la escuadra de Jerjes, el déspota oriental que intentó someter las ciudades griegas al yugo de Persia.
Los dedos de sus manos adquirían un extraño ensamblaje que iban paralelos a las palabras que pronunciaba. El mentón de su rostro, sobresalía como una quilla de barco y sus ojos y mente se perdían en el infinito satisfechos de dialogar, de educar. No era, pues, autócrata que hablaba para sí y ante sí, sino el estadista que alimentaba sus propuestas con fundamentos que derivaban del poder y el saber de las masas que constantemente educaba.
Haya siempre recordó que la tarea principal del estudiante es, naturalmente, estudiar. ¡El Perú necesita de sabios!, decía Víctor Raúl- ¡Necesitamos de buenos profesionales! Y nos recordó que esos estudiosos y esos profesionales no deben olvidar que la universidad se mantiene con impuestos, y que los impuestos los paga el pueblo. Luego, pues, decía el maestro, “Hay que devolver al pueblo lo que el pueblo sostiene y mantiene”.
Su frase histórica era “Joven, prepárate para la acción y no para el placer” porque comprendió que los pueblos deben superarse, enriquecerse con investigaciones. Desterrar la sensualidad. Sus palabras salían caudalosas de sus labios para sentenciar: “Si sabes mucho, enseña; si sabes poco, aprende”.
Haya en las plazas públicas no perdió jamás su virtud docente. La masa que multitudinariamente asistía a su llamado, iba segura de encontrar un bálsamo a su aflicción. El Pobre, el rico, el amigo y el adversario, reconocieron siempre en Víctor Raúl la diafanidad de su palabra y la certeza en la verdad. Su Oratoria no era una simple oratoria. Era un desparrame de conocimientos orientadores y azuzadores a fortalecer el sentido de Libertad que es lo que más le importó pues comprendió que un hombre libre deviene en personaje protagónico de las inquietudes de los pueblos. La juventud fue su principal preocupación y por eso la defendió contra los radios, periódicos, revistas TV, novelas que gritaban: ¡Diviértete!, ¡Jaranéate!, ¡Sensualízate, ¡Desgástate!, ¡Derróchate!. “Un joven entregado a esos llamados, decía Víctor Raúl, no tiene tiempo para pensar. No reflexiona, no estudia, ni milita en causas nobles. Así este joven cae en la estrategia que utiliza el placer como trampa para apagar y castrar sus rebeldías”. Por eso sus palabras de orden fueron: Joven prepárate para la acción, guarda tus energías donde las tienes, ahorra tus hormonas, recuerda, decía el maestro, ¡La historia no se hace bailando!, para sentenciar: -“No es hombre el que sucumbe ante la tentación sino el que vence a la tentación”.
En los mítines públicos; sea el lugar que fuera, la oratoria de Haya cautivaba manteniendo concentrado al oyente. Su palabra salía como un torrente. Unas veces, era suave aire nocturnal que apaciguaba, calmaba y sumergía al oyente en una profunda soledad. Y otras, volvíase fiera, bulliciosa, estridente, conmovedora; crispaba los nervios, aceleraba el corazón y el pueblo que le entendía agradecido lanzaba sonoros aplausos y voces de aliento. La Oratoria fue la principal arma que tuvo Haya de la Torre y mucho mejor cuando esta venía cargada de educación, cultura que fortalecían conciencias y por eso hizo de aprismo un partido revolucionario porque lucha por transformaciones fundamentales en la economía y en la sociedad peruanas: ¡Justicia social, Sí, decía el Maestro; pero, sentenciaba, ¡Con Libertad! De ahí nació su famosa palabra de orden ¡Pan con Libertad!
En este 117° Aniversario del nacimiento de Haya, tengamos presente su Oratoria encendida que siempre alumbró, guió al Perú y a sus partidarios por las sendas de la justicia y la paz haciéndoles comprender que ilusionar y desilusionar al pueblo es un crimen con penalidad sin nombre. Que su docente y vibrante palabra siempre nos acompañe porque desde que murió Haya dejó de ser patrimonio de un partido para convertirse en patrimonio de una Nación. Nos enseñó a repetir siempre: “Aprista, ten orgullo de tu gran partido”., “Ama quella, Ama Sua. Ama llulla” Que esto lo recordemos toda la vida porque son palabras de orden que acompañan a los actos de nuestra vida y estemos siempre ceñidos a la verdad, la moral y al bien… ¡Viva Víctor Raúl!
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