miércoles, 2 de septiembre de 2009

Aforo

Por: Willy Quevedo
willyquevedotam@yahoo.es

Esta semana Defensa Civil hizo bien en clausurar el aeropuerto de Chiclayo. El operador de este terminal estaba arriesgando la vida de miles de ciudadanos.
Las masacres de la zona comercial Mesa Redonda en el cercado de Lima y de la discoteca Utopía en el distrito de Santiago de Surco demostraron que la provocación del pánico puede ser un amago de incendio, un sismo o un psicópata amenazando con un arma de fuego. Sin embargo, las muertes son producidas por aplastamiento y asfixia cuando simultáneamente todos desean salir por la misma puerta.
La directiva de la asociación de centros comerciales debería estar en la cárcel. Ninguno de los malls del país respeta el aforo. El mal ejemplo lo inicia el Jockey Plaza donde la calle principal del primer piso esta subarrendada, llena de cafés, kioscos y exhibición de autos que impiden el transito de los consumidores.
El aforo debe replantearse. No debe calcularse en base al área total de la tienda sino proporcionalmente a la superficie libre que queda en el negocio descontando los muebles, las mercaderías y el personal laborando. En muchos establecimientos el espacio que dejan a los clientes es cero. Verbigracia, los restaurantes de la av. diagonal en Miraflores han colocado sus mesas hasta en la vereda peatonal. En el legendario Haití los mozos se han resignado a atender en zancos.
La presidenta de la Cámara del Libro debería estar detenida. En la última feria realizada en San Borja permitieron el ingreso de 5 veces la capacidad. Fue un milagro que no suceda un percance fatal.
El premio a la peligrosidad se lo lleva Dédalo en Barranco. Además de aplastamiento lo más probable es que los fallecimientos se produzcan a consecuencia de cortes y astillamiento por los miles de adornos de cerámica y vajilla que se amontonan en ese bazar.
El congreso de la república esta obligado a prohibir que se instalen agencias bancarias dentro de los grandes almacenes. Si a las colas de las cajas se suman las de los bancos, estas tiendas se han convertido en una bomba de tiempo.
Asimismo, el congreso solo debe autorizar el funcionamiento de grandes tiendas de un piso. El edificio Ripley de San Isidro es una jaula mortal.
Los alcaldes se hacen la vista gorda y cobran por ello. Los jefes de defensa civil son cómplices de tan abominable corrupción.
¿Estamos esperando una nueva tragedia para que recién se respete el aforo?

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