Hay dos emprendedores unidos a mí por lazos personales. El primero es Javier Bernaola, activista de la lectura en Villa El Salvador. Estuve en la presentación de su cuento ‘María Elena y Los Niños de Jardinsol’, el cual narra la historia de una mariposa que lucha contra un brujo de la oscuridad, tal como María Elena Moyano contra el totalitarismo y la barbarie de Sendero.
Para Bernaola, la peor oscuridad es la ignorancia, y lucha para que los niños tengan libros, aunque falten los recursos.
Asimismo, mi hermano Pancho es artista plástico e invirtió en un stand de la Feria Internacional de Arte de Lima para exponer sus cuadros, una mezcla del Apu y la barriada emergente con la fuerza del Perú emprendedor. Veo en esto el ánimo comercial trasladado a su arte; él predica con el ejemplo.
Luego, leo en Facebook los comentarios indignados del pintor Ramiro Llona, luchando por que se reconozca su acuerdo verbal con una galería de arte que le quiere cobrar una comisión excesiva por exponer sus obras.
Pienso que los emprendedores del arte y los empresarios son parecidos, pero a veces se miran casi con desprecio. Podrían avanzar juntos, aprender de temas de gestión que los protejan y defenderse del abuso, creando así un mercado sano y competitivo.
Buscar auspiciadores, calcular la inversión de una muestra y defenderse son temas que nuestros emprendedores del arte necesitan y están empezando a hacer.
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