Por: León Trahtemberg
Ya han pasado diez años de mi columna “La generación de la terapia” (Trahtemberg, 28/04/2002) en la que reseñaba un artículo de Leslie Berger sobre los serios problemas de salud mental de universitarios norteamericanos, expresados en forma de ansiedad, angustia, aislamiento y depresión y el tema sigue muy vigente (New York Times, 13/01/2002). Muchos estudiantes no pueden concentrarse, levantarse de la cama o cumplir bien sus obligaciones. Este problema había llegado a tales magnitudes que las principales universidades de EE.UU. como Columbia, MIT, New York, habían abierto consultorios y partidas presupuestales para la atención de la salud mental de sus estudiantes.
El estudio reportaba la existencia de una serie de fuerzas culturales que habían aumentado la ansiedad y la depresión estudiantil. Por un lado están los jóvenes que sienten la enorme presión de las expectativas colocadas en ellos por sus padres, ya sea que sean prósperos y exitosos profesionales que esperan ser imitados, o que conviertan al hijo o la hija en la esperanza para realizar los sueños familiares de éxito nunca obtenido. Por otro lado está la temporalidad de las relaciones con compañeros y compañeras que cambian en cada semestre y en cada curso, lo que difícilmente ayuda a amenguar el sentimiento de soledad que tienen aquellos que viven lejos de su hogar. Agreguemos a ello las tradicionales preocupaciones de dejar el hogar, adaptarse, establecer nuevas relaciones, rendir bien, encontrar la carrera adecuada, y las razones más recientes como los divorcios de los padres, las presiones sociales respecto a la elección del estilo de vida para evitar el alto costo de equivocarse, los alienantes efectos de la tecnología, el constante bombardeo de información, una inestable economía con creciente desempleo de familiares (con la desaparición de una gran cantidad de empleos con los que contaban para ocuparlos), y una creciente presión académica que les exige “matarse estudiando”.
Esas presiones hacia el estudio que muchas veces le quitan tiempo al sueño y facilitan el abuso de drogas y medicamentos, puede ser las disparadoras de la depresión en aquellos que son más vulnerables, que se calcula en alrededor del 15% de la población general.
Cinco años después Mercelino Riveros, Héctor Hernández, José Rivera, docentes asociados de la UNMSM publicaron el artículo “Niveles de depresión y ansiedad en estudiantes universitarios de Lima Metropolitana” en la Revista IIPSI Facultad de Psicología (UNMSM Vol 10 # 1 2007 pp 91-102). Estudiaron una muestra representativa del estudiantado del país conformado por 500 de estudiantes de ambos géneros de la UNMSM de todas las carreras. Se aplicó la prueba internacional HADS. Encontraron que había depresión leve en el 9.7% de estudiantes, moderada en 2.8% y severa en 0.05% totalizando 13.07% del total. Además, en las mujeres el porcentaje era doble que entre los hombres.
Más recientemente Virginia Caccuri publicó en su blog “La depresión en los estudiantes universitarios” que cada vez es mayor el número de estudiantes universitarios afectados por severos síntomas de depresión. (http://www.estudiante.org del 15 y 16/10/2008)
Usa datos de un estudio realizado en Estados Unidos por el National Institute of Mental Health que reporta que un alto porcentaje de los 19 millones de adultos que sufren depresión son estudiantes universitarios.
El 30% de los estudiantes de primer año de alguna carrera universitaria informa sentirse abrumado y el 40% reporta que ha buscado ayuda. Esto se debe al propio ingreso a la universidad que suele ser el primer gran cambio importante en la vida de un joven adulto. Esto conlleva el alejamiento del núcleo familiar, nuevos arreglos en la vida personal y social, organizar los horarios (estudiar, comer, lavar la ropa, dormir y trabajar), presión académica, manejo autónomo del dinero, formación de pareja y aumento de la consciencia de identidad sexual, preocupaciones por el futuro profesional, etc.
Es importante recordar que la depresión es absolutamente tratable y curable en la medida que se acuda a buscar la ayuda profesional adecuada. Hay un importante rol en los padres y catedráticos en detectar y ayudar a los estudiantes deprimidos
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