Por: Carla García
Somos malos para perder. Nos picamos, hacemos pataletas y luego desarrollamos esa cachita tan nacional que terminamos burlándonos de todos sin cuartel. Somos tiernos cuando ganamos. Nos sorprendemos, nos ponemos la camiseta, saltamos de un lado a otro esencialmente porque no estamos acostumbrados.
Para cuando salga esta columna, ya se habrá dicho todo de la victoria de nuestra selección de menores de vóley en el sudamericano. Me ha dado gusto verlas bailando el teque teque, el baile del caballo y envidia, me tienen envidia, ganadorazas. Casi todos los que celebramos, no les habíamos puesto atención antes y ahora las tenemos en las noticias bailando como las guerreras chibolas que son.
He leído que quieren que entrenes a los futbolistas, que defiendas el mar de Grau frente a La Haya y que postules a la presidencia. Yo, pedilona, quisiera más triunfos como el del lunes. Me gustaría acostumbrarme un poco a ganar colectivamente y salir todas las mañanas con ese punche contagiado que tengo hoy y que es obra de tu equipo.
Una congresista que fue tu compañera de cancha dijo hace un tiempo que no dejaría que entrenes a su hija como entrenas a tus chicas, carajeándolas. Es un tema de estilos, supongo, porque fue justo ella la primera en salir a felicitar públicamente el triunfo que nos diste a todos, que nos dieron a todos esas chibolas cuyos nombres vamos a aprendernos recién. En la victoria siempre se está acompañado, y lo sabes.
Alexandra Machado, Ginna López, Sandra Santana, Cristina Cuba, Milagros Rodríguez, Maguilaura Frías, Rosa Valiente, Reyna Orellana, Danae Carranza, Ángela Leiva e Izabot Bravo. Con ellas Martín Escudero, Octavio Machado y claro, Natalia Málaga.
Al fin en ti, en ustedes, reconocemos que en el esfuerzo está la victoria, que en no dejarse decir qué hacer, cómo ser, en avanzar sin achicarse. Qué orgullo tener a un mujerón, al mando de un equipo de matadorcitas.
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