Por Eduardo González Viaña
En la mitología grecorromana, se supone la existencia del Lethes, el río del olvido. Quienes lo atraviesen, pierden la memoria.
Durante su campaña en España, los romanos lo identificaron con el río Lima. Por ello, en plena guerra, los soldados se negaron a cruzarlo. Por fortuna y para hacer frente al terror de sus subordinados, el centurión Décimo Junio Bruto pasó a nado hasta la otra orilla, y desde allí comenzó a llamar a los soldados, uno a uno, por sus nombres.
Dos acontecimientos políticos podrían hacernos suponer que los peruanos ya hemos perdido la memoria, y nada hay que pueda librarnos de la incurable amnesia.
Ellos son: primero, la noticia de que la Comisión de Gracias Presidenciales del Ministerio de Justicia ha admitido a trámite la solución de indulto presentada por los hijos de Alberto Fujimori a favor del ex dictador. En mérito de su próxima liberación, ya han aparecido en Lima carteles con el rostro del reo y la consigna "Fujimori, presidente 2016”.
La otra manifestación de amnesia son los ajetreos gubernamentales y legislativos para aprobar una llamada "Ley del Negacionismo”. En redundancia con la norma que prohíbe la apología del terrorismo, esta ley está destinada supuestamente a censurar y condenar cualquier expresión oral o escrita que justifique las acciones de los subversivos.
La ley del negacionismo que se cocina ahora no se limita a repetir con demasía la anterior disposición fujimorista. La enriquece. Ahora también será penado "menospreciar, hostilizar u ofender gravemente a un colectivo social." Esos supuestos subjetivos servirán para impedir cualquier alusión a las decenas de miles de víctimas que sufrieron tortura o muerte por parte de los agentes del estado sin estar involucradas en absoluto con el accionar subversivo.
La ley del negacionismo servirá para justificar un "gobierno duro y fuerte." Vale decir, para organizar legalmente la censura.
Las obras de César Vallejo, Ciro Alegría, José María Arguedas, Alejandro Romualdo e incluso las de nuestro premio Nobel Mario Vargas Llosa podrían ser “cuidadosamente analizadas" para mutilar o impedir la de edición de todo aquello que "ofenda gravemente a un colectivo social.” El periodista tendrá que temer la reacción del censor que lee por detrás de sus hombros, o del sargento que estudiará con lupa las posibles ofensas.
Los dos acontecimientos políticos, la excarcelación de Fujimori y la ley del Negacionismo parten de un supuesto: que nos hemos olvidado por completo de la sangre vertida en los Andes en una espantosa y étnica guerra sucia cuyas víctimas fueron principalmente quienes no podían defenderse, los ancianos, las mujeres, los hombres y los niños de las aldeas serranas.
Como lo dijo el fiscal Avelino Guillén: " De forma paralela y simultánea, existía una estrategia clandestina, que era una guerra sucia, que consistía en la eliminación extrajudicial de presuntos subversivos. Los ejecutores de esa guerra sucia, todos, han reconocido que ellos eran un grupo de aniquilamiento de ejecución. Ellos ubicaban, capturaban y eliminaban. Ellos nunca tuvieron un solo detenido.”
Son las víctimas innombrables. Nosotros debemos ponerles rostro.
Me apresuro a citar al poeta español Rafael Alberti, antes de que su lectura quede prohibida en el Perú: "Si los condenas a muerte. Si los matas, ellos serán los seis clavos de tu caja. Mueran o no tú estás ya muerto, muerto ya, en la tapa de tu caja hay seis clavos".
Cuando se pierde la memoria se pierde el futuro. No al excarcelamiento. No al negacionismo. No crucemos el río del olvido.
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