viernes, 16 de noviembre de 2012

Padres prefieren colegios reputados, aunque los hijos sufran

Por: León Trahtemberg

Hay colegios que en base a un buen trabajo educativo acumulativo a lo largo de los años, inteligentemente publicitado, han logrado colocarse en el imaginario colectivo como excelentes colegios, lo que se convierte en un atractivo para padres que buscan precisamente eso para sus hijos. Eso ocurre tanto en la educación pública (sobre todo en capitales de provincias fuera de Lima y en los colegios de Fe y Alegría) como en la educación privada de todos los niveles socioeconómicos.

Muchos de estos colegios privados acostumbran seleccionar desde el inicio a alumnos con mayor desarrollo intelectual y social y retirar en el camino a los que no se sostienen con las estrictas exigencias académicas y conductuales establecidas. Esto les reduce la necesidad de contar con apoyo sicológico y tutorial dentro del colegio y garantiza que sus egresados ingresen a las universidades nacionales y extranjeras.

El problema es que hay alumnos que habiendo ingresado a estos colegios la pasan mal, ya sea porque no soportan la presión académica, o porque no tienen éxito social; algunos tienen talento en un área que ese colegio no cultiva o son discriminados por alguna razón étnica, social o económica. El drama de estos niños es que pudiendo florecer y brillar en otros colegios, son forzados a quedarse en el colegio escogido por los padres para no perder el valor de la "marca" y al "club social" que en él se forman (tanto los hijos como los padres).

El costo emocional para estos chicos infelices es enorme y casi siempre se lo cobrarán a los padres en algún momento de su vida. Harán cosas para avergonzarlos, culparlos, dañarlos, romperán la comunicación, acumularán cólera o explotarán haciendo barbaridades, todo ello en venganza por el maltrato al que sus padres los someten "por su bien", forzándolos a vivir en un ambiente que les resulta ofensivo, hostil y maltratador.

No se trata de cambiar de colegio al hijo ante su primera incomodidad. Se trata de evaluar los malestares o desajustes cuando son crónicos y hacer algo al respecto, pensando en lo que realmente es mejor para su hijo.

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