Estimado señor Bustos:
Al igual que hace dos semanas se otorgó la Medalla del Congreso del Perú al maestro Luís Jaime Cisneros y al pintor Gerardo Chávez, esa entidad legislativa va a conceder la misma condecoración al escritor Eduardo González Viaña el próximo 26 de noviembre a las 6:30 de la tarde.
Aunque no hubo cuestionamientos para los dos primeros, se ha levantado una ola de ataques contra el novelista residente en Estados Unidos por aceptar el premio de una entidad de la que los atacantes denostan, aunque no se habló de ello para los anteriores homenajeados. La mayoría de las cartas reconocen como indiscutibles los méritos literarios de González Viaña así como la lealtad a sus principios, pero le condenan su aceptación de este premio.
Por supuesto, esa ola ha sido contrarrestada por decenas de cartas de adhesión al autor de “Vallejo en los infiernos” quien, por otro lado, no se ha molestado en contestar a sus detractores.
Aunque como peruano me siento defraudado por la actuación de los llamados “padres de la patria”, creo que la actual directiva del Congreso está enmendando rumbos y reconociendo méritos en intelectuales y artistas que, además de tener trascendencia internacional, son independientes o contestatarios.
La ola de protestas fue desatada por el poeta Juan Cristóbal y rematada por el cuentista Gregorio Martínez. Es urgente que el Congreso comprenda la delicada situación que viven Cristóbal y Martínez.
Debe comprenderse la rabia y la furia del poeta Cristóbal quien no es considerado en las antologías, ni publicado por las editoriales, ni invitado a congresos internacionales, ni su obra sobrepasa los linderos de Lima Metropolitana. Hay que hacer algo por él, y tal vez esta es una tarea para el Instituto Nacional de Cultura.
Más lamentable es la situación de Gregorio Martínez. Hace 20 años se ausentó del país en busca de fama en los Estados Unidos. Sin embargo, todos sus esfuerzos han sido infructuosos. No ha sobrepasado el nivel limeño, y lo peor es su dramática situación. Ha desdeñado diversos puestos de trabajo porque no los considera adecuados a su rango social e intelectual. En cuanto al quehacer universitario, en recientes declaraciones, considera que la docencia universitaria es un trabajo para cipayos y sirvientes del imperialismo yanqui. Por ello ha tenido que vivir estas dos décadas bajo el amparo de su esposa norteamericana que felizmente goza de una holgada posición económica.
Como en cierta forma, insinúa en su carta, un puesto dentro de la diplomacia peruana sería el más adecuado para él.
Soy un modesto maestro elemental en Madrid. Espero que, sin embargo, mi voz –pese a ser la de un ilustre desconocido- sea aceptada. Exhorto a Cristóbal y Martínez a calmar su contenida rabia, a aplaudir los méritos de otro peruano o, si lo consideran mejor, acabar esta oleada de cartas que sólo hace bien al que pretende atacar.
Guillermo Arturo Mendoza
mendoza.arturo49@yahoo.com
Al igual que hace dos semanas se otorgó la Medalla del Congreso del Perú al maestro Luís Jaime Cisneros y al pintor Gerardo Chávez, esa entidad legislativa va a conceder la misma condecoración al escritor Eduardo González Viaña el próximo 26 de noviembre a las 6:30 de la tarde.
Aunque no hubo cuestionamientos para los dos primeros, se ha levantado una ola de ataques contra el novelista residente en Estados Unidos por aceptar el premio de una entidad de la que los atacantes denostan, aunque no se habló de ello para los anteriores homenajeados. La mayoría de las cartas reconocen como indiscutibles los méritos literarios de González Viaña así como la lealtad a sus principios, pero le condenan su aceptación de este premio.
Por supuesto, esa ola ha sido contrarrestada por decenas de cartas de adhesión al autor de “Vallejo en los infiernos” quien, por otro lado, no se ha molestado en contestar a sus detractores.
Aunque como peruano me siento defraudado por la actuación de los llamados “padres de la patria”, creo que la actual directiva del Congreso está enmendando rumbos y reconociendo méritos en intelectuales y artistas que, además de tener trascendencia internacional, son independientes o contestatarios.
La ola de protestas fue desatada por el poeta Juan Cristóbal y rematada por el cuentista Gregorio Martínez. Es urgente que el Congreso comprenda la delicada situación que viven Cristóbal y Martínez.
Debe comprenderse la rabia y la furia del poeta Cristóbal quien no es considerado en las antologías, ni publicado por las editoriales, ni invitado a congresos internacionales, ni su obra sobrepasa los linderos de Lima Metropolitana. Hay que hacer algo por él, y tal vez esta es una tarea para el Instituto Nacional de Cultura.
Más lamentable es la situación de Gregorio Martínez. Hace 20 años se ausentó del país en busca de fama en los Estados Unidos. Sin embargo, todos sus esfuerzos han sido infructuosos. No ha sobrepasado el nivel limeño, y lo peor es su dramática situación. Ha desdeñado diversos puestos de trabajo porque no los considera adecuados a su rango social e intelectual. En cuanto al quehacer universitario, en recientes declaraciones, considera que la docencia universitaria es un trabajo para cipayos y sirvientes del imperialismo yanqui. Por ello ha tenido que vivir estas dos décadas bajo el amparo de su esposa norteamericana que felizmente goza de una holgada posición económica.
Como en cierta forma, insinúa en su carta, un puesto dentro de la diplomacia peruana sería el más adecuado para él.
Soy un modesto maestro elemental en Madrid. Espero que, sin embargo, mi voz –pese a ser la de un ilustre desconocido- sea aceptada. Exhorto a Cristóbal y Martínez a calmar su contenida rabia, a aplaudir los méritos de otro peruano o, si lo consideran mejor, acabar esta oleada de cartas que sólo hace bien al que pretende atacar.
Guillermo Arturo Mendoza
mendoza.arturo49@yahoo.com
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