Por: Lucho Caro
lucho.caro.diaz@gmail.com
En el tiempo que llevo viviendo he comprendido que, la mujer es un ser inmensamente maravilloso y que cuando es madre lo es aún mucho más. Una mujer actúa con tenacidad y vehemencia en su rol de madre. Basta ser mujer para poseer una inteligencia sin límites para enfrentarse con hidalguía a los vaivenes de la vida. Basta ser madre para no temerle a las adversidades del destino.
Dios le dio, creo yo, la oportunidad de concebir a una fémina porque el hombre es un ser brusco y sin criterio y muy débil para hacerse con la responsabilidad de alumbrar (llámese parir) una nueva vida. Un hombre no sabe. Nunca sabrá, qué se siente parir, entonces, nunca podrá amar a sus hijos de la misma manera aleonada con la que una mujer ama a su descendencia. Una mujer ríe en las victorias de su hijo y llora a mares cuando éste cae, pero también le enseña a caminar – un hombre no lo fuese si padeciera los dolores naturales con los que una mujer convive (siento dolor de tan sólo imaginarme parir) en el tiempo que puede concebir. Un hombre demuestra su flaqueza con los tropezones que se da en el caminar de la vida. Una mujer no, y una madre mucho menos.
Quisiera poder dar vida. Poder parir como lo hace una mujer. Parir a un nuevo ser humano es la prueba de amor más infinito y puro que existe y sólo puede ser comparado con el amor que sintió Jesucristo por nosotros al entregar su vida por salvarnos del ocaso de la vida. La muerte (llámese pecado) - Una mujer no sólo es capaz de darle la vida a su vástago. Una mujer también ofrece su vida por él.
Admito que, siempre una mujer es mucho mejor que yo en cualquier eventualidad de la vida. No soy competencia para mujer alguna. No me atrevería a competir contra una mujer porque no soy competencia para mí mismo. Soy un ser pávido de pensamientos perversos y amorales y vivencias opacas - si poseo cierto grado de nobleza es porque fui instruido por (mi madre y mi abuela y mi nana) mujeres.
Dios me permita caligrafiar en lo que me queda de existencia miles de elogios para el ser más divino que existe. La mujer. Y para el amor más infinito que podemos encontrar. La madre. Y en especial para mi madre porque si no hubiese sido por su infinita bondad yo no estuviese escribiendo estas letras que son dictadas por mi agradecido corazón.
Esta nota (por el Día de la Madre) ha quedado preciosa. Preciosa como fue, como es, y como será mi madre y la madre de ustedes.
¿Por qué no puedo ser madre?
Porque Dios me hizo hombre. Pero si el destino me permite sentir la alegría de ser padre amaré a mis críos desmesuradamente como me amó mi madre. Me sentiré una madre aunque parezca imprudente querer ocupar el lugar que sólo puede y debe ser desempeñado por una mujer.
Feliz Día de la Madre.
lucho.caro.diaz@gmail.com
En el tiempo que llevo viviendo he comprendido que, la mujer es un ser inmensamente maravilloso y que cuando es madre lo es aún mucho más. Una mujer actúa con tenacidad y vehemencia en su rol de madre. Basta ser mujer para poseer una inteligencia sin límites para enfrentarse con hidalguía a los vaivenes de la vida. Basta ser madre para no temerle a las adversidades del destino.
Dios le dio, creo yo, la oportunidad de concebir a una fémina porque el hombre es un ser brusco y sin criterio y muy débil para hacerse con la responsabilidad de alumbrar (llámese parir) una nueva vida. Un hombre no sabe. Nunca sabrá, qué se siente parir, entonces, nunca podrá amar a sus hijos de la misma manera aleonada con la que una mujer ama a su descendencia. Una mujer ríe en las victorias de su hijo y llora a mares cuando éste cae, pero también le enseña a caminar – un hombre no lo fuese si padeciera los dolores naturales con los que una mujer convive (siento dolor de tan sólo imaginarme parir) en el tiempo que puede concebir. Un hombre demuestra su flaqueza con los tropezones que se da en el caminar de la vida. Una mujer no, y una madre mucho menos.
Quisiera poder dar vida. Poder parir como lo hace una mujer. Parir a un nuevo ser humano es la prueba de amor más infinito y puro que existe y sólo puede ser comparado con el amor que sintió Jesucristo por nosotros al entregar su vida por salvarnos del ocaso de la vida. La muerte (llámese pecado) - Una mujer no sólo es capaz de darle la vida a su vástago. Una mujer también ofrece su vida por él.
Admito que, siempre una mujer es mucho mejor que yo en cualquier eventualidad de la vida. No soy competencia para mujer alguna. No me atrevería a competir contra una mujer porque no soy competencia para mí mismo. Soy un ser pávido de pensamientos perversos y amorales y vivencias opacas - si poseo cierto grado de nobleza es porque fui instruido por (mi madre y mi abuela y mi nana) mujeres.
Dios me permita caligrafiar en lo que me queda de existencia miles de elogios para el ser más divino que existe. La mujer. Y para el amor más infinito que podemos encontrar. La madre. Y en especial para mi madre porque si no hubiese sido por su infinita bondad yo no estuviese escribiendo estas letras que son dictadas por mi agradecido corazón.
Esta nota (por el Día de la Madre) ha quedado preciosa. Preciosa como fue, como es, y como será mi madre y la madre de ustedes.
¿Por qué no puedo ser madre?
Porque Dios me hizo hombre. Pero si el destino me permite sentir la alegría de ser padre amaré a mis críos desmesuradamente como me amó mi madre. Me sentiré una madre aunque parezca imprudente querer ocupar el lugar que sólo puede y debe ser desempeñado por una mujer.
Feliz Día de la Madre.
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