Por: Alejandro Benavides Roldán
papeldevientoeditores@hotmail.com
La vida puede obligarnos a utilizar las anteojeras de la especialización, porque es necesaria para la conquista del mundo, pero al mismo tiempo nos divide en parcelas de hombres que sólo entienden de una cosa y no les interesa para nada lo del otro; es más, desarrollan lenguajes y códigos propios que pueden convertir la comunicación humana en un diálogo de sordos. Es justo aquí donde la universalidad de la literatura puede hermanar a los hombres, manteniéndolos como seres de una sola especie y con derecho a un disfrute pleno de la belleza y el conocimiento. Recuerden que de ustedes depende inmunizarse de este mal que parcela a los hombres, brindándose espacio para la buena lectura, amando y enseñando a amar la buena literatura, así como la ciencia y la tecnología. Si así lo hacen pronto verán que su panorama se amplía, que su lenguaje y sentimientos se enriquecen, que tienen mejores elementos y variedad para expresarse, pronto descubrirán que el amor tiene más significados que el puramente biológico, etc.
La literatura no puede causarnos ningún daño, salvo enfermarnos de insatisfacción por no dejar las cosas tal como están e impulsarnos a buscar la perfección en todo lo que hagamos, sea esto artístico, técnico o científico. Si esto no fuera así, el hombre no hubiera podido reinventar el mundo a su imagen y semejanza y continuar transformándolo día a día. Lo mejor que podemos esperar es que en esta lucha s por transformar el mundo triunfen las ideas que buscan el bien común, la fraternidad universal, contra aquellos que usan las conquistas del conocimiento humano para intereses mezquinos o de grupo en perjuicio de la humanidad. Ojalá que la fuerza de la literatura y nuestra cultura en general nos mantenga siempre del lado de las causas más nobles de la humanidad.
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La vida puede obligarnos a utilizar las anteojeras de la especialización, porque es necesaria para la conquista del mundo, pero al mismo tiempo nos divide en parcelas de hombres que sólo entienden de una cosa y no les interesa para nada lo del otro; es más, desarrollan lenguajes y códigos propios que pueden convertir la comunicación humana en un diálogo de sordos. Es justo aquí donde la universalidad de la literatura puede hermanar a los hombres, manteniéndolos como seres de una sola especie y con derecho a un disfrute pleno de la belleza y el conocimiento. Recuerden que de ustedes depende inmunizarse de este mal que parcela a los hombres, brindándose espacio para la buena lectura, amando y enseñando a amar la buena literatura, así como la ciencia y la tecnología. Si así lo hacen pronto verán que su panorama se amplía, que su lenguaje y sentimientos se enriquecen, que tienen mejores elementos y variedad para expresarse, pronto descubrirán que el amor tiene más significados que el puramente biológico, etc.
La literatura no puede causarnos ningún daño, salvo enfermarnos de insatisfacción por no dejar las cosas tal como están e impulsarnos a buscar la perfección en todo lo que hagamos, sea esto artístico, técnico o científico. Si esto no fuera así, el hombre no hubiera podido reinventar el mundo a su imagen y semejanza y continuar transformándolo día a día. Lo mejor que podemos esperar es que en esta lucha s por transformar el mundo triunfen las ideas que buscan el bien común, la fraternidad universal, contra aquellos que usan las conquistas del conocimiento humano para intereses mezquinos o de grupo en perjuicio de la humanidad. Ojalá que la fuerza de la literatura y nuestra cultura en general nos mantenga siempre del lado de las causas más nobles de la humanidad.
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