Nos escriben: Gerardo Salazar
gerasalma@hotmail.com
22 de junio de 2010
Ayer caminé desde la urbanización santa Inés hasta el centro de la ciudad para realizar unas gestiones personales. Pasé por la avenida Mansiche e ingresé al centro por la calle Orbegoso. No habían veredas ni a uno ni a otro lado de la calle -parece que las han de renovar- y todos los transeúntes compartíamos la pista con los automóviles como bien se podía y con mucho cuidado. No había un espacio alternativo delimitado para transitar durante la obras. Recordé una noticia sobre una transeúnte que ante una situación similar, en la urb. Santa María, se fracturó la cadera después de caer por el piso irregular de las obras.
Miré mi reloj. Era las 11:00 am, horario habitual de trabajo, y no había obreros. Al llegar a la altura del Hotel Libertador, y después de tres cuadras del mismo panorama, encontré solo dos obreros barriendo el polvo de una pequeña área. Además de las veredas deshechas no se había removido el desmonte.
Por la noche vi por televisión las noticias capitalinas: un policía - Mario Tapia Gómez- que transitaba por una avenida de San Juan de Miraflores junto a su mujer, había muerto arrollado por un vehículo. Ellos tuvieron que entrar a la pista por encontrar un desmonte en la vereda.
El alcalde, los regidores, los gerentes, y los inspectores trujillanos son personas inteligentes como para entender la improvisación y enorme peligro que cosas como estas representan. Lo que ocurre, es que no son personas con la suficiente convicción e iniciativa para entender la dignidad y respetar a los demás.
Recuerdo que hace un par de años la defensora del pueblo, Beatriz Merino, al regresar de un encuentro mundial de defensorías, comentó que en los países nórdicos se viene concibiendo un nuevo derecho del ciudadano: el derecho al buen gobierno. No tenemos porque pensar que los avances en un país del primer mundo deben tardar 40 años en llegar por acá. Este derecho al buen gobierno ha de empezar a debatirse como prioridad.
Mientras tanto la vida de las personas que transitan por las calles de Trujillo no vale nada para los que dirigen obras tan vergonzosas como la mencionada.
Jerry Salazar Malbasa
gerasalma@hotmail.com
22 de junio de 2010
Ayer caminé desde la urbanización santa Inés hasta el centro de la ciudad para realizar unas gestiones personales. Pasé por la avenida Mansiche e ingresé al centro por la calle Orbegoso. No habían veredas ni a uno ni a otro lado de la calle -parece que las han de renovar- y todos los transeúntes compartíamos la pista con los automóviles como bien se podía y con mucho cuidado. No había un espacio alternativo delimitado para transitar durante la obras. Recordé una noticia sobre una transeúnte que ante una situación similar, en la urb. Santa María, se fracturó la cadera después de caer por el piso irregular de las obras.
Miré mi reloj. Era las 11:00 am, horario habitual de trabajo, y no había obreros. Al llegar a la altura del Hotel Libertador, y después de tres cuadras del mismo panorama, encontré solo dos obreros barriendo el polvo de una pequeña área. Además de las veredas deshechas no se había removido el desmonte.
Por la noche vi por televisión las noticias capitalinas: un policía - Mario Tapia Gómez- que transitaba por una avenida de San Juan de Miraflores junto a su mujer, había muerto arrollado por un vehículo. Ellos tuvieron que entrar a la pista por encontrar un desmonte en la vereda.
El alcalde, los regidores, los gerentes, y los inspectores trujillanos son personas inteligentes como para entender la improvisación y enorme peligro que cosas como estas representan. Lo que ocurre, es que no son personas con la suficiente convicción e iniciativa para entender la dignidad y respetar a los demás.
Recuerdo que hace un par de años la defensora del pueblo, Beatriz Merino, al regresar de un encuentro mundial de defensorías, comentó que en los países nórdicos se viene concibiendo un nuevo derecho del ciudadano: el derecho al buen gobierno. No tenemos porque pensar que los avances en un país del primer mundo deben tardar 40 años en llegar por acá. Este derecho al buen gobierno ha de empezar a debatirse como prioridad.
Mientras tanto la vida de las personas que transitan por las calles de Trujillo no vale nada para los que dirigen obras tan vergonzosas como la mencionada.
Jerry Salazar Malbasa
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