Por: Carlos Páucar
Durante unos pocos meses engordan y se ven rebosantes, robustos, imponentes, la vida parece sonreírles sobre todo porque abunda el alimento que les da más proteínas, el sapote... pero en otra etapa, durante largos extenuantes y duros meses, se les ve delgados, apenas alimentándose de tallos y cáctus, pequeños insectos como los caracoles y algunos panales incrustados a mitad de precipicios y pendientes.
El oso de anteojos, ese peregrino de los andes peruanos, vive una dramática realidad en la zona de Lambayeque pues el bosque seco en el que se mueve le presenta drásticas condiciones, desafíos constantes para su supervivencia.
EXPERIENCIA PELIGROSA
Los osos descienden, de diciembre a abril, a las partes bajas en busca del codiciado sapote. Es una experiencia peligrosa, pues pueden toparse con los seres humanos, siempre impredecibles. Evitan entonces los poblados, pero chocan con otra realidad: el sapote es usado para la artesanía, como leña, para levantar cercas, en la agricultura.
La bióloga de SBC Perú, Jessica Amanzo, destaca que en el Valle de la Leche, el sapote es el único fruto que ayuda a los osos tremarctinos a sostenerse todo el año. Comen hasta el hartazgo en verano, engordan mucho, pero el resto del año adelgazan de modo dramático.
Madres y crías después deambulan, apenas manteniéndose con los troncos de pasallo y algunas pequeñas especies. "Si desaparece el sapote desaparecen los osos del bosque seco", concluye Jessica, con preocupación.
El sapote no es entonces como la golosina que deseamos de vez en cuando. Es vital para este oso que, con su pelaje enredado, disemina semillas a lo largo de sus peregrinaciones. Es más, de su fruto depende también su reproducción.
Las osas del bosque seco dependen del sapote para entrar en celo y reproducirse. Necesitan estar suficientemente gordas, con el cuerpo en buen estado para ser fertilizadas, guardan el esperma hasta encontrarse en forma y eso lo logran solo gracias al fruto que les da más vitalidad y fuerza.
Este oso peruano que no hiberna, que no es agresivo y cuya grasa no tiene poder curativo como dicta una creencia popular, se encuentra en peligro de extinción pues su hábitat está en un grave deterioro.
Las zonas que recorre esta gran especie (con el tapir son los más grandes mamíferos del país) se fragmentan por la presencia humana. Los bosques por los que transita son colonizados para la agricultura, la ganadería y la vivienda.
Ya es una zona frágil en la que se desarrolla, ya el bosque seco le presenta desafíos constantes, y las condiciones de su alimentación son drásticas, incluso debe desafiar las laderas de cerros y las peligrosas pendientes, con sus pequeñas crías al lado, para hallar caracoles, hongos, huevos... Y la presencia humana le abre condiciones más difíciles.
En los meses más duros, de mayo a noviembre, cuando las condiciones ambientales le son desfavorables, debe ir por largas distancias para hallar comida o pozas de agua. Por supuesto, los que más sufren son las crías. Muchas de ellas sucumben en esa etapa, solo el árbol del pasallo y algún cactus los mantiene en pie.
CONOCER PARA DECIDIR
Pero ¿hay que protegerla o se trata solo de generar actividades que permitan ayudar a su protección? Para Jessica Amanzo, investigadora de SBC Perú, entidad de gran labor con la población de osos en la zona de Batán Grande, es importante conocer a la especie para decidir qué hacer.
"Por ejemplo, en el turismo, se puede hacer un observatorio para turistas, pero los osos pueden sentirlos y no copular, puede no haber crías. No solo es decir cuál es el beneficio para la gente, sino qué es decisivo para la especie"... Es decir, anteojos debemos usar nosotros, los seres humanos. Para ver lo que está ocurriendo. Y de una buena vez.
INVESTIGACIÓN
La organización Spectacled Bear Conservation Peru (SBC Perú), con la bióloga Robyn Appleton a la cabeza, inició en el 2006 una investigación de la especie en la zona del valle del río La Leche.
Desde ese año han monitoreado más de 40 osos de anteojos, colocándoles GPS o instalando cámaras trampa en sus rutas. Han conseguido valiosos datos de la especie que no se conocían.
En el 2010 el municipio de Pítipo estableció el Parque Arqueológico y Ecológico Batán Grande, con 45 mil hectáreas. La zona tiene importante presencia de osos.
Durante unos pocos meses engordan y se ven rebosantes, robustos, imponentes, la vida parece sonreírles sobre todo porque abunda el alimento que les da más proteínas, el sapote... pero en otra etapa, durante largos extenuantes y duros meses, se les ve delgados, apenas alimentándose de tallos y cáctus, pequeños insectos como los caracoles y algunos panales incrustados a mitad de precipicios y pendientes.
El oso de anteojos, ese peregrino de los andes peruanos, vive una dramática realidad en la zona de Lambayeque pues el bosque seco en el que se mueve le presenta drásticas condiciones, desafíos constantes para su supervivencia.
EXPERIENCIA PELIGROSA
Los osos descienden, de diciembre a abril, a las partes bajas en busca del codiciado sapote. Es una experiencia peligrosa, pues pueden toparse con los seres humanos, siempre impredecibles. Evitan entonces los poblados, pero chocan con otra realidad: el sapote es usado para la artesanía, como leña, para levantar cercas, en la agricultura.
La bióloga de SBC Perú, Jessica Amanzo, destaca que en el Valle de la Leche, el sapote es el único fruto que ayuda a los osos tremarctinos a sostenerse todo el año. Comen hasta el hartazgo en verano, engordan mucho, pero el resto del año adelgazan de modo dramático.
Madres y crías después deambulan, apenas manteniéndose con los troncos de pasallo y algunas pequeñas especies. "Si desaparece el sapote desaparecen los osos del bosque seco", concluye Jessica, con preocupación.
El sapote no es entonces como la golosina que deseamos de vez en cuando. Es vital para este oso que, con su pelaje enredado, disemina semillas a lo largo de sus peregrinaciones. Es más, de su fruto depende también su reproducción.
Las osas del bosque seco dependen del sapote para entrar en celo y reproducirse. Necesitan estar suficientemente gordas, con el cuerpo en buen estado para ser fertilizadas, guardan el esperma hasta encontrarse en forma y eso lo logran solo gracias al fruto que les da más vitalidad y fuerza.
Este oso peruano que no hiberna, que no es agresivo y cuya grasa no tiene poder curativo como dicta una creencia popular, se encuentra en peligro de extinción pues su hábitat está en un grave deterioro.
Las zonas que recorre esta gran especie (con el tapir son los más grandes mamíferos del país) se fragmentan por la presencia humana. Los bosques por los que transita son colonizados para la agricultura, la ganadería y la vivienda.
Ya es una zona frágil en la que se desarrolla, ya el bosque seco le presenta desafíos constantes, y las condiciones de su alimentación son drásticas, incluso debe desafiar las laderas de cerros y las peligrosas pendientes, con sus pequeñas crías al lado, para hallar caracoles, hongos, huevos... Y la presencia humana le abre condiciones más difíciles.
En los meses más duros, de mayo a noviembre, cuando las condiciones ambientales le son desfavorables, debe ir por largas distancias para hallar comida o pozas de agua. Por supuesto, los que más sufren son las crías. Muchas de ellas sucumben en esa etapa, solo el árbol del pasallo y algún cactus los mantiene en pie.
CONOCER PARA DECIDIR
Pero ¿hay que protegerla o se trata solo de generar actividades que permitan ayudar a su protección? Para Jessica Amanzo, investigadora de SBC Perú, entidad de gran labor con la población de osos en la zona de Batán Grande, es importante conocer a la especie para decidir qué hacer.
"Por ejemplo, en el turismo, se puede hacer un observatorio para turistas, pero los osos pueden sentirlos y no copular, puede no haber crías. No solo es decir cuál es el beneficio para la gente, sino qué es decisivo para la especie"... Es decir, anteojos debemos usar nosotros, los seres humanos. Para ver lo que está ocurriendo. Y de una buena vez.
INVESTIGACIÓN
La organización Spectacled Bear Conservation Peru (SBC Perú), con la bióloga Robyn Appleton a la cabeza, inició en el 2006 una investigación de la especie en la zona del valle del río La Leche.
Desde ese año han monitoreado más de 40 osos de anteojos, colocándoles GPS o instalando cámaras trampa en sus rutas. Han conseguido valiosos datos de la especie que no se conocían.
En el 2010 el municipio de Pítipo estableció el Parque Arqueológico y Ecológico Batán Grande, con 45 mil hectáreas. La zona tiene importante presencia de osos.
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