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Según el informe ‘Cultura política de la democracia en el Perú, 2012. Hacia la igualdad de oportunidades’, que implica a 26 países de América, los peruanos son quienes más perciben a su país como inseguro.
Lima es percibida como la segunda ciudad más insegura, después de la capital mexicana. El informe se basa en una encuesta del Proyecto de Opinión Pública en América Latina, a cargo, aquí, del Instituto de Estudios Peruanos. Tal percepción de los encuestados peruanos parece tener relación no solo (ni tanto) con la delincuencia –es decir, con índices de criminalidad y muerte violenta–, sino con la informalidad y el caos que reinan en las ciudades, empezando por Lima. Porque, desde el punto de vista fáctico, México o incluso Colombia y Haití son más inseguros que el Perú, y ciudades como Caracas son bastante más complicadas a la hora de caminar por sus calles.
En Perú, la inseguridad se vincula a la falta de garantías para defender derechos. Tener, por ejemplo, una Policía que despierta poco respeto y menos confianza –y que recibe remuneraciones paupérrimas– hace que la población se sienta desprotegida. En general, como muestra la encuesta, la confianza en las instituciones del Estado es deleznable.
A esto se suma, entre otras, la inseguridad en el transporte en Lima y en las vías interprovinciales. Vista así, como una percepción global del ciudadano, se entiende mejor esa mirada del país como “inseguro”.
La percepción de inseguridad está vinculada a una multiplicidad de factores que incluyen el alto porcentaje de empleo informal y, en general, de economía informal.
Todo esto se relaciona con la incapacidad o dejadez de muchas autoridades que, con cero visión de largo plazo, prefieren el statu quo para no enfrentarse a tomatazos o amenazas de los que están acostumbrados a obtener ganancias en medio del caos.
Si no, que lo diga la alcaldesa de Lima, Susana Villarán, hoy amenazada por la revocatoria.
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