Por León Trahtemberg
¿Quién es el médico, abogado, ingeniero, arquitecto, etc. feliz en
su profesión? Aquél que se levanta en la mañana con entusiasmo para ir al
trabajo, asume sus tareas con ganas, siente pasión por su campo, le encanta
investigar y aprender sobre su profesión, se entusiasma con los
proyectos, procedimientos o tratamientos nuevos. Al final del día, aunque
cansado, siente que creció profesionalmente, o que mejoró la vida de otros con
sus acciones.
Ese tipo de felicidad es la que merecen
los niños que van al colegio que deben desarrollar la pasión por la
investigación y el aprendizaje, las ganas de ir diariamente al colegio, y la
comodidad con la convivencia, exigencias y actividades que allí se realizan.
La realidad es que pocos sienten así.
Algunos lo sienten en ocasiones muy precisas como la clase de arte o deportes
que les apasiona, o alguna que otra clase con un profesor que despierta su
motivación. Pero la mayoría siente que su vida escolar es pesada, densa,
limitante; contiene exigencias desagradables e incomprensibles. Procuran
evitarla o evadirla y faltar usando cualquier excusa. Se sienten cargados
negativamente por las actividades que implican asistir a clases, hacer
exámenes, tareas y trabajos.
¿No tienen nuestros niños el derecho de
ser escolares felices en los términos descritos?. ¿Abona a favor de una
excelente carrera académica y vocacional partir del sentimiento de
malestar escolar?
Quizá sea hora de revisar los criterios de
lo que es una buena escolaridad.
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