lunes, 11 de agosto de 2014

Abuela Estela

Por: Lucía Dammert

Durante 36 años Estela buscó a su nieto. Por más de 13 mil días continuó con su lucha por justicia y memoria en Argentina. Como miles de mujeres en América Latina en distintos momentos de la historia, Estela lucho por su hija Laura secuestrada y asesinada por la dictadura militar y por el nieto que sabía que algún día la buscaría. Como miles de mujeres, Estela no hizo este camino sola, se apoyó en muchas otras madres y abuelas que tenazmente enfrentaron la violencia, la indiferencia e incluso la apatía de una sociedad cuyo apoyo es variable. Las madres y abuelas de Plaza de Mayo lentamente han ido recuperando a sus nietos. 
Un proceso doloroso de reconstrucción de identidad individual y colectiva que nos debe llevar a reflexionar sobre las atrocidades que a veces optamos por no mirar, que a veces tendemos a justificar e incluso apoyar. Nietos que han sido claves en el desarrollo de múltiples iniciativas de búsqueda de más nietos, que llevan a que jóvenes ya adultos que tienen dudas busquen identificar su origen real. Estela abraza a su nieto recuperado y un continente se emociona por que realmente él la buscó por que ella nunca bajó los brazos y porque Laura finalmente puede descansar en paz. 
Nadie puede hablar de un milagro. Lo que ha pasado en Argentina estos días es resultado de años de trabajo permanente, de búsqueda, de enfrentar medios de comunicación, de buscar voceros y líderes musicales, artistas y políticos que apoyen la causa de abuelas que no quieren perder la oportunidad de abrazar a sus nietos y nietas. Mucho que aprender en otros países donde aún la herida de los detenidos desaparecidos está abierta, donde la verdad ha quedado guardada debajo de la alfombra, donde las madres caminan con sus rostros de tristeza y decisión buscando a sus hijos e hijas. Finalmente aparece el nieto de Estela, un hombre impactado por una verdad que lo inunda. 
Cuando los medios le preguntan qué nombre lo hace sentir más cómodo, responde con tranquilidad “me siento cómodo en la verdad”. En ese momento Estela debe haber revisado las miles de horas, los cientos de momentos de desesperanza, la lucha por su nieto y los hijos y nietos de miles de otras mujeres y reconocido que todo valió la pena. Este relato parece escrito en primera persona pero es una historia de América Latina. Los abusos de las dictaduras y de la violencia han tenido como victimas de miles jóvenes que desaparecen o son asesinados.
La justicia muchas veces no llega, es lenta o ineficiente. Las madres han jugado un rol clave en mantener viva la memoria, en reconocer la necesidad de justicia y en no permitir la amnesia ciudadana. Aún tenemos detenidos desaparecidos, nietos robados y asesinados sin justicia. Sin justicia no hay desarrollo, sin justicia no podemos pensar que construiremos una sociedad mejor. El pasado siempre viene a buscarnos y solo toca esperar que cuando llegue estemos como Estela, fuerte, sólida, reconociendo que el esfuerzo colectivo tiene resultados. Por eso, más allá de reconocer su logro personal y disfrutarlo, las madres y abuelas de Plaza de Mayo nos recuerdan que aún quedan muchos nietos buscados, apropiados, robados de su identidad. Hoy Estela nos recuerda lo importante del amor filial y lo vital del compromiso social.

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