lunes, 4 de febrero de 2013

ESPLENDOR Y VARIADAS COSTUMBRES

Por: Alfredo Estrada Zavaleta

La fiesta del carnaval, va de la mano de las antiguas costumbres y celebraciones egipcias, sumerias, griegas y romanas en honor a sus respectivos Dioses, cuanto con el transcurso del tiempo a las reuniones previas a la etapa de cuaresma, adoptando diferentes estilos y formas de realización en Oriente hasta su expansión en América, con fusiones andinas y africanas.
Las exóticas máscaras y los rítmicos bailes, son los componentes fundamentales en cada edición e inclusive incorporan aspectos de la realidad social y política, según la región geográfica y los modelos de acción. Rio Janeiro, Venecia, Campeche, Barranquilla, Oruro, Gualeguaychú, entre otros son la expresión viva de las tradiciones y el festejo de los pueblos.
En nuestro Trujillo, estas manifestaciones se concretan ya por iniciativa de ciertos clubes privados o en su oportunidad por las colonias de residentes; los cuales trasladan y cultivan en la mezcla de raíces, sus coloridas reuniones sociales, utilizando con regocijo y desbordante alegría, una infinidad de recursos como: Serpentinas y globos, agua y polvos, fragancias y otros productos, que sirven para la pública diversión y concluyendo en la caída del Palo Cilulo cuanto la lectura del testamento del Rey Momo o del No carnavalón.
La gente de antaño registró así, estos simpáticos e históricos momentos, en sus fotos y otros lo efectuaran en el contenido de sus picarescas coplas; las que guardan esas peculiaridades de una época, con desfiles y piruetas, reinas y danzantes, ocurrencias y premios. Los carnavales de Filomeno Ormeño, los que perduran con pomposidad y esfuerzo de las favelas en Rio de Janeiro y cimbreantes danzarinas morenas de samba, los elegantes de Venecia en melodías de Vivaldi y aquellos que vivimos y experimentamos con baldes de agua y espectáculos regionales.
El carnaval continuara con esa brega del despilfarro económico, la excentricidad y las memorables horas de la MATARINA; que permiten actualizarlo, según la escena política y artística imperante y brindar al turista otros espacios de distracción. 

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