Un par de semanas atrás, en un encuentro con simpatizantes de Tierra y Libertad en La Merced, un señor algo mayor que evidentemente había sido militante de la izquierda, decía que ya no podíamos ser de izquierda porque la idea del predominio absoluto del estado y la igualdad habían demostrado no funcionar con la experiencia de la Unión Soviética. Le respondí que a estas alturas de la historia, proponer un modelo norcoreano era absurdo; como respondí a un entrevistador en Huancayo que no solo no nos considerábamos marxistas sino que ni siquiera habíamos discutido esa idea colectivamente – el marxismo ya no es un referente ideológico único para nadie. Esa vieja izquierda ya murió, pero las ideas de la justicia social, la democracia radical y el rechazo a toda opresión, bases ideológicas de las izquierdas, siguen siendo válidas, tal vez hoy más que nunca.
Hablamos, sin embargo, de reconstruir democracia y partidos en un país partido. En Espinar, el pueblo se ve afectado porque la contaminación de sus ríos por Xstrata – Tintaya mata a sus llamas y alpacas, pero luego de protestas que dejaron 4 muertos todavía no consiguen soluciones. En San Isidro, 8 vecinos protestan con un cartel porque el exitoso reordenamiento de la Javier Prado hecho por el municipio metropolitano hace pasar más carros frente a sus casas y en pocos días el Concejo distrital de San Isidro cambia de sentido las calles, agravando el tráfico en la avenida principal.
La exclusión y las discriminaciones se tocan y sienten todos los días en Espinar, donde el pueblo K´ana es luchador y unido. El mismo principio de derechos e igualdad que anima a los espinarenses, respira en las demandas de las mujeres por espacios de participación política hoy expresados en la ley de alternancia, en la lucha de los trabajadores por un sindicato que los defienda y en la exigencia del matrimonio igualitario de homosexuales y transexuales. Los derechos y la igualdad son banderas que nos unifican a las izquierdas, pero ¡carajo que distinto se sienten! ¡qué diversas las formas de expresarse, de organizarse, de pensar!
La inversión privada, tan presente en cada esquina de Lima, con sus marcas importadas y gerentes de alto sueldo, no existe en Celendín donde a lo más hay algunas pymes con hotelitos, pequeños comercios y unas radios ferozmente pro-mineras; allá la única inversión grande es la que quiere robarles las lagunas y contaminar sus aguas a los shilicos. Las rondas campesinas, tan fuertes en Cajamarca, presentes en la vida cotidiana como las únicas instituciones de justicia realmente existentes, contrastan con la debilidad de la organización social en Lima. ¿Cómo armar un discurso unificador con tantas diferencias? Tremendo reto. No es de extrañar que, aunque podamos tener una argamasa ideológica que nos une, las diferencias en la acción práctica, en la propuesta concreta, en la vida organizativa, son enormes y difíciles de reconciliar entre las izquierdas.
Dentro y Fuera Del Estado
Si Lima, Celendín y Espinar parecen habitar en planetas diferentes, las distancias no son menores entre quienes detentan cargos en el estado y quienes empujan los cambios desde la sociedad civil y las organizaciones sociales. Habiendo estado en ambos lados, sé lo que digo. Ambas experiencias tienden a pensarse únicas, dominantes, exclusivas, detentoras de todas las posibilidades de cambios.
Desde el estado, la urgencia de hacer cosas prácticas es absorbente mientras se enfrentan límites reales e imaginarios. La tentación del realismo castrador es grande; aunque los cambios que se logran sean mínimos, son reales, pero su importancia se exagera. Las visiones globales se dejan de lado y se concilia más de lo que se debe. Nunca faltan los que terminan atrapados por la ambición de un pequeño poder. Al mismo tiempo, la experiencia en la gestión pública le ha dado a los cuadros de izquierda una capacidad y una imagen práctica que la gente valora.
Desde los movimientos sociales, las banderas llamean en alto, la firmeza en la lucha es un valor, la radicalidad en las propuestas en siempre una tentación porque la vieja consigna de mayo 68 (“seamos realistas exijamos lo imposible”) da fuerza y convocatoria. Las reacciones defensivas desde el estado siempre son mal vistas y las soluciones de compromiso, muchas veces necesarias, son resistidas y criticadas.
Ni solo Lima ni solo provincias, ni solo ecologistas ni solo igualitaristas, ni solo funcionarios públicos y alcaldes ni solo líderes sociales. Una gran articulación es necesaria, con todas las alas agitando el vuelo. Vamos a andar, con verso y vino tinto, para que por lo mismo, reviva la amistad; vamos a andar, con todas las banderas, trenzadas de manera, que no haya soledad.
0 comentarios:
Publicar un comentario