Nos escribe: Olenka Ochoa
olenka.ochoa@gmail.com
La mar está en calma, después de tantas tensiones y temores, algunos fundados, otros sembrados, en este proceso electoral que acaba de culminar. Demás está decir, que las recientes elecciones han implicado que nuestra prensa pierda una buena dosis de credibilidad, y que se generen suspicacias sobre su labor informativa, ante la opinión pública nativa y extranjera. En vez de jugársela por la democracia, la paz social y la gobernabilidad, vimos espantados como diversos medios se prestaron de caja de resonancia para mezquinos intereses. E hicieron surgir así pulsiones primarias en el electorado. El racismo y la intolerancia fue en parte responsabilidad de una prensa irresponsable. De nada sirvieron iniciativas como “Marca-Perú”, los festivos “Mixturas”, el año de Macchu Picchu (y de Arguedas y su emblemática “todas las sangres”), porque reaparecieron descalificativos y estigmatizaciones, que dividieron al Perú.
La prensa peruana (mejor dicho un sector significativo y el más poderoso) no aprendió la lección. En las elecciones de este año, en especial en la segunda vuelta, volvió a reaparecer el entreguismo y el auto-secuestro. No había asumido Keiko, y ya estaban desfilando geishas y Kakutoku-shas*, ofreciendo sus servicios. Seguidamente los y las sicarios/as. Muchos/as de estos personajes, habían reaparecido con meses de anticipación, y precozmente, les dieron programa propio (en radio y/o TV) y alguna columna en periódicos y revistas. En prensa escrita, volvieron a hacer su trabajo los siniestros pasquines de antaño, que descendieron como en los viejos tiempos, a los bajos fondos.
En esta escaramuza, la opinión pública tomo nota, que la cantaleta de la “amenaza a la libertad de expresión” esgrimida directamente contra el candidato de la “O”, era en realidad un pretexto para defender la libertad de empresa de los dueños de los medios. Quienes tuvieron sus lugartenientes, bien pagados, que a cara descubierta hicieron el trabajo sucio. No faltaron en esta puesta en escena, los “reciclados” aquellos neoliberales (más bien neoconservadores), que defendieron años atrás al régimen de Fujimori, que luego llenos de vergüenza, se fueron limpiando del lastre. Pero a la primera oportunidad, sacaron prestos la katana, reluciente y afilada. Esta prensa cautiva jugo en pared, con los poderes fácticos en la primera vuelta electoral, para minimizar el sector progresista, y dinamitar el centro moderado. Dándoles cobertura total a figuras polémicas, y políticos/as exóticos. El objetivo fue evidente, llevarnos a un final de película, para que igual que en el 2006, votaran por la “mantener el sistema” (a pesar de los pasivos), frente al “cuco antisistema”. Opción que nos trajo de vuelta (y sin anestesia) a uno de personajes más deplorables de la política peruana, Alan García.
En estas elecciones, se demostró también la debilidad de las instancias y mecanismos que asocian a la prensa, y que no fueron muy útiles que digamos, para el auto-control.
La tragedia sin embargo, nos ha mostrado también la otra cara de la moneda: mujeres y hombres del gremio periodístico que se mantuvieron dignos en su lucha por defender la verdad, ayudar al diálogo entre peruanos/as y al debate alturados. A algunos, esto les significó perder el empleo. En este sector de periodistas de valía, muchos tomaron posición, lo que es loable. Pues nadie quiere que la prensa se parezca al “mono sabio”: sordo, ciego y mudo, lo que se pide es que no se vendan, no participen de campañas de demolición, que nos recuerdan a Montesinos y su salita de estar.
Hecho el balance ¿Que esperamos ahora de la prensa?. Primero que hagan un acto colectivo de contrición por los pecados propios (o ajenos). Segundo, que se inicie una investigación profunda, algo así como un “Informe de la Verdad”. Tercero, que se refuercen mecanismos de auto-regulación. Porque la perversión mediática, es doblemente peligrosa. Pierde legitimidad la prensa, pero además se generan respuestas radicales, como los ataques directos de ciudadanos/as, que no encontraron peor forma de canalizar la ira acumulada. La pregunta es ¿Adónde nos quejamos de los excesos de la prensa?, o la idea que subyace es que un/a periodista está por encima del bien y del mal, y tiene más inmunidad que un parlamentario?.
Habría que pedirle a la prensa, que esté atenta y alerta ahora que García deja el poder. Ya es momento que pague por sus excesos del pasado y del presente. ¿Cuál es la diferencia abismal entre Alan y Fujimori (papa)?..Quizá que uno está preso, y el otro gobernándonos.
A las/os ciudadanas/os nos cabe la tarea no solo de estar vigilantes, debemos reconocer y premiar, a los y las periodistas que se esmeraron por informar con seriedad y veracidad, para que quede claro de una vez por todas, que el crimen no paga.
Olenka Ochoa Berreteaga
Lima-Perú. Junio 10, 2011.
olenka.ochoa@gmail.com
La mar está en calma, después de tantas tensiones y temores, algunos fundados, otros sembrados, en este proceso electoral que acaba de culminar. Demás está decir, que las recientes elecciones han implicado que nuestra prensa pierda una buena dosis de credibilidad, y que se generen suspicacias sobre su labor informativa, ante la opinión pública nativa y extranjera. En vez de jugársela por la democracia, la paz social y la gobernabilidad, vimos espantados como diversos medios se prestaron de caja de resonancia para mezquinos intereses. E hicieron surgir así pulsiones primarias en el electorado. El racismo y la intolerancia fue en parte responsabilidad de una prensa irresponsable. De nada sirvieron iniciativas como “Marca-Perú”, los festivos “Mixturas”, el año de Macchu Picchu (y de Arguedas y su emblemática “todas las sangres”), porque reaparecieron descalificativos y estigmatizaciones, que dividieron al Perú.
La prensa peruana (mejor dicho un sector significativo y el más poderoso) no aprendió la lección. En las elecciones de este año, en especial en la segunda vuelta, volvió a reaparecer el entreguismo y el auto-secuestro. No había asumido Keiko, y ya estaban desfilando geishas y Kakutoku-shas*, ofreciendo sus servicios. Seguidamente los y las sicarios/as. Muchos/as de estos personajes, habían reaparecido con meses de anticipación, y precozmente, les dieron programa propio (en radio y/o TV) y alguna columna en periódicos y revistas. En prensa escrita, volvieron a hacer su trabajo los siniestros pasquines de antaño, que descendieron como en los viejos tiempos, a los bajos fondos.
En esta escaramuza, la opinión pública tomo nota, que la cantaleta de la “amenaza a la libertad de expresión” esgrimida directamente contra el candidato de la “O”, era en realidad un pretexto para defender la libertad de empresa de los dueños de los medios. Quienes tuvieron sus lugartenientes, bien pagados, que a cara descubierta hicieron el trabajo sucio. No faltaron en esta puesta en escena, los “reciclados” aquellos neoliberales (más bien neoconservadores), que defendieron años atrás al régimen de Fujimori, que luego llenos de vergüenza, se fueron limpiando del lastre. Pero a la primera oportunidad, sacaron prestos la katana, reluciente y afilada. Esta prensa cautiva jugo en pared, con los poderes fácticos en la primera vuelta electoral, para minimizar el sector progresista, y dinamitar el centro moderado. Dándoles cobertura total a figuras polémicas, y políticos/as exóticos. El objetivo fue evidente, llevarnos a un final de película, para que igual que en el 2006, votaran por la “mantener el sistema” (a pesar de los pasivos), frente al “cuco antisistema”. Opción que nos trajo de vuelta (y sin anestesia) a uno de personajes más deplorables de la política peruana, Alan García.
En estas elecciones, se demostró también la debilidad de las instancias y mecanismos que asocian a la prensa, y que no fueron muy útiles que digamos, para el auto-control.
La tragedia sin embargo, nos ha mostrado también la otra cara de la moneda: mujeres y hombres del gremio periodístico que se mantuvieron dignos en su lucha por defender la verdad, ayudar al diálogo entre peruanos/as y al debate alturados. A algunos, esto les significó perder el empleo. En este sector de periodistas de valía, muchos tomaron posición, lo que es loable. Pues nadie quiere que la prensa se parezca al “mono sabio”: sordo, ciego y mudo, lo que se pide es que no se vendan, no participen de campañas de demolición, que nos recuerdan a Montesinos y su salita de estar.
Hecho el balance ¿Que esperamos ahora de la prensa?. Primero que hagan un acto colectivo de contrición por los pecados propios (o ajenos). Segundo, que se inicie una investigación profunda, algo así como un “Informe de la Verdad”. Tercero, que se refuercen mecanismos de auto-regulación. Porque la perversión mediática, es doblemente peligrosa. Pierde legitimidad la prensa, pero además se generan respuestas radicales, como los ataques directos de ciudadanos/as, que no encontraron peor forma de canalizar la ira acumulada. La pregunta es ¿Adónde nos quejamos de los excesos de la prensa?, o la idea que subyace es que un/a periodista está por encima del bien y del mal, y tiene más inmunidad que un parlamentario?.
Habría que pedirle a la prensa, que esté atenta y alerta ahora que García deja el poder. Ya es momento que pague por sus excesos del pasado y del presente. ¿Cuál es la diferencia abismal entre Alan y Fujimori (papa)?..Quizá que uno está preso, y el otro gobernándonos.
A las/os ciudadanas/os nos cabe la tarea no solo de estar vigilantes, debemos reconocer y premiar, a los y las periodistas que se esmeraron por informar con seriedad y veracidad, para que quede claro de una vez por todas, que el crimen no paga.
Olenka Ochoa Berreteaga
Lima-Perú. Junio 10, 2011.
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